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¿Y ahora qué, Enrique?

Ortiz cumple esta semana 20 años al frente de un Hércules en la peor crisis de su casi centenaria historia y su yerno y director deportivo, Javier Portillo, está en el blanco de todas las dianas - El descenso a Tercera División abocaría al club a su desaparición

El dueño del Hércules, Enrique Ortiz, se enciende un puro junto a su yerno y director deportivo, Javier Portillo, en el brindis navideño de 2017. héctor fuentes

Enrique Ortiz es un consumado especialista en dejar correr el balón y tensar la cuerda hasta que solo un fino hilo mantiene las dos partes juntas. Pero alguien que la aprecie debería hacerle ver que ese «modus operandi» es absolutamente desaconsejable en la situación actual del Hércules. El empresario cumple esta semana 20 años al frente del club y aún no ha aprendido a gestionar un club de fútbol: 12 años en Segunda B, 7 en Segunda y solo 1 en Primera. La entidad no tiene ni el Rico Pérez a su nombre y también carece de ciudad deportiva e instalaciones porque el día a día ha estado marcado por el cortoplacismo y la ausencia absoluta de proyecto.

A este bagaje sonrojante se une ahora la peor crisis nunca vista en Alicante, ya que el Hércules ocupa puestos de descenso directo a Tercera (donde nunca ha militado) tras la disputa de 14 jornadas y ya han pasado dos entrenadores por el banquillo. Pero lo que verdaderamente quita el sueño a Ortiz es que ya no dispone de un empleado que dé la cara y al que pueda sacrificar cuando le plazca. Jesús García Pitarch y Sergio Fernández son historia. Ahora el director deportivo es su yerno Javier García Portillo y está en el centro de todas las dianas. Ya lo estaba tras la abrupta salida de Planagumà en la jornada cuatro tras un verano caótico pero ahora lo está aún más tras su nefasta gestión desde entonces. Imposible de empeorar. Apostó por Jesús Muñoz, un entrenador que nunca había ejercido en solitario para lidiar este torno llamado Hércules que devora técnicos y precisa de mucha mano izquierda y bagaje.

Tras la llegada del preparador de Mota del Cuervo, se equivocó también de manera grosera al no ocupar la ficha del lesionado de gravedad Samuel Llorca. La defensa está en cuadro por la baja del capitán y también porque el lateral derecho está fuera de combate desde la primera jornada. Aún así, Portillo decidió no mover ficha y la línea defensiva es un coladero como un servidor nunca había visto antes. En los tres últimos partidos, Falcón ha tenido que realizar del orden de 10 paradas de gol por partido. Inaudito. El Hércules no compite, se ha acostumbrado a perder y ahora mismo es un firme candidato a bajar a Tercera como así refleja la clasificación, que casi nunca miente.

Cobardía

Los jugadores aguantaron en el césped el chaparrón tras la humillación en La Nucía (3-0) y a algunos canteranos como Víctor Olmedo, Borja Martínez o Nani se les caían las lágrimas mientras recibían el abucheo de los 300 seguidores blanquiazules desplazados al Olímpico Camilo Cano. Después dieron también la cara, junto al entrenador Jesús Muñoz, ante el medio centenar de aficionados que les esperaban en la puerta cero del Rico Pérez para pedir explicaciones y mostrar su honda preocupación. ¿Y dónde estaba Portillo? La preguntaba iba de boca en boca entre los seguidores. Allí, desde luego no. En un acto de cobardía impropio de un cargo de responsabilidad, el arquitecto del proyecto no estuvo junto a sus jugadores y cuerpo técnico en el momento más delicado de la historia del club.

La pérdida de confianza en el director deportivo por parte de su suegro y del empresario Juan Caros Ramírez es total y colea desde verano. Un mal resultado ante el Barcelona B hubiera supuesto su marcha (revestida de dimisión) pero al equipo le dio por ganar 4-1, lo que alargó esta agonía que ahora regresa con toda su crudeza. La crisis de juego y resultados que se llevó por delante a Lluís Planagumà en la cuarta jornada parece ahora un juego de niños tras la disputa de 14 partidos. El equipo transmite peores sensaciones, ya han pasado dos entrenadores y todo parece indicar que la grada se volverá contra el palco al más mínimo revés. El «Portillo vete ya» se entonó en el derbi ante el Orihuela y parece mentira que Ortiz esté esperando a que vuelva a suceder para tomar la decisión. ¿De verdad es necesaria esta pérdida de tiempo?

El Hércules necesita una catarsis, que se abran las ventanas y entre aire nuevo por todos los rincones de los despachos y el vestuario. La salida de Muñoz debe ir acompañada de la de Portillo para que el equipo pueda resurgir y cimentar la remontada. Los errores del director deportivo están ahí y son reconocibles, pero el gran público desconoce que en el vestuario también es una figura totalmente denostada y sin ninguna autoridad. Ha faltado a sus compromisos con los jugadores en numerosas ocasiones y, de hecho, tuvo que ser Ramírez quien leyera la cartilla al vestuario la semana pasada porque Portillo no está legitimado para hacerlo.

Nadie niega que es necesaria una revolución en el mercado invernal a imagen y semejanza de la llevada a cabo en el curso 12/13, cuando a Quique Hernández le llegaron refuerzos como Paglialunga, David Cortés, Pamarot, Mario Rosas o Pablo Redondo. Aquel Hércules evitó el descenso a Segunda B (lo hizo un año después) y ahora se necesita una inversión similar para darle un giro de 180 grados a la situación. Pero ¿quién va a llevar acabo esa remodelación de la plantilla? Ramírez ni se plantea que Portillo tome las decisiones y el vasco no tiene conocimientos de mercado para tomarlas. Dejarse llevar por los ofrecimientos de los representantes es un mal negocio porque sueles salir trasquilado. Y en el caso del Hércules, estafado. Solo hay que ver los sueldos de esta plantilla.

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