La noche de cuchillos largos se quedó en una calma tensa, más si cabe. Juan Carlos Ramírez, Enrique Ortiz y Javier Portillo se reunieron inmediatamente después del pitido final para resolver el futuro de Planagumà. Lejos de enrocarse entre una maraña de opiniones contradictorias, el cónclave se difuminó pronto. Ramírez salió de los despachos del Rico Pérez apenas 10 minutos después y Planagumà enfiló hacia rueda de prensa con aparente normalidad.

En realidad lo era porque los últimos entrenadores destituidos en el Hércules ni siquiera habían comparecido ante los medios. Esa prórroga concedida a Planagumà apenas cuenta con la vigencia de 24 horas y su puesto pende de un hilo imperceptible, sujeto a la ya de por sí nebulosa relación entre el director deportivo y Ramírez. El club aseguró anoche que el técnico catalán se encargaría hoy del entrenamiento del primer equipo.

Por su parte, Planagumà evidenció todavía más su distanciamiento con Portillo, al que no incluyó como uno de sus valedores dentro del club. «Me han transmitido una confianza muy grande Juan Carlos Ramírez y Enrique Ortiz», respondió el técnico en la sala de prensa al ser preguntado por su futuro en el banquillo del Hércules.

La grada, cansada de un inicio de Liga impropio en Segunda División B con un punto de doce, mostró su malestar en diversos puntos del partido, pero estalló tras el 0-2. El centro de la crítica giró en torno al entrenador, que encajó con dignidad la pitada. «Lo entiendo porque el equipo lleva seis años en Segunda B». Además, Planagumà trató de ensalzar el apoyo recibido por la gente durante este año largo que lleva como técnico del Hércules. «Alicante siempre me trató genial, yo estoy dolido porque el inicio no ha sido bueno, comprendo el malestar».

Planagumà confirmó que se siente «totalmente capacitado» para revertir la dinámica del equipo e ironizó con que la solución para ello es «ganar». «Esto es parte de mi trabajo, ganar y perder. Está siendo todo lo contrario que el año pasado, pero es que tenemos a gente que está debutando en la jornada cuatro por lesiones». «No buscamos otra cosa, queremos cohesión y que no nos afecte lo que pasa fuera», apuntó.

El técnico, al ser preguntado por si cuenta con el apoyo del vestuario, apuntó: «Habrá gente que diga que sí y otra que no, yo me quedo con que cuando el equipo está en una situación desfavorable, no deja de intentarlo». Asimismo, confesó que el vestuario está «dolido». «Como yo», recalcó.

«Atenazados»

Sí que desveló que los futbolistas blanquiazules son presos de la situación turbulenta. «Están totalmente atenazados, no somos capaces de dar un pase cercano, estamos muy imprecisos y no hacemos bien la presión ni ganamos duelos divididos, no jugamos con soltura», aseguró.

Sea como fuere, que Planagumà se siente en el banquillo local del Rico Pérez este próximo domingo es casi una quimera. Sólo una decisión tajante de Enrique Ortiz permitiría la carambola. El técnico, hasta última hora de la noche de ayer, no tenía constancia de ninguna citación para firmar su finiquito y esta mañana se pondrá al frente de, a buen seguro, uno de los entrenamientos más difíciles de su carrera.

Ayer varios entrenadores presenciaron el partido del Hércules en las gradas del Rico Pérez, pero Pedro Munitis, con un alto caché, es el elegido por un Portillo que ya le tanteó el pasado verano, antes de que Ortiz decidiera continuar un año más con Planagumà, a pesar de que la relación entre el técnico y el director deportivo estaba rota. Sólo un inicio genial de Liga les habría condenado a entenderse. Pero no ha sido así.