El calor aplasta. Sin embargo, el medio centenar de chicos del campus infantil del Hércules no se inmuta. Esperan la llegada de Yeray González entre gritos y risas nerviosas. Cuando la sombra del centrocampista tinerfeño se pega al césped, quemado por el exceso de sol, una ráfaga de aplausos le recibe. Sesión elemental de vídeo, malabares de manual para la foto y encuentro posterior con la chavalada para agradecer los gestos de cariño. Mientras uno de los niños trata de estrechar la mano del 'ídolo', su amigo, a su lado, le descerraja sin pestañear una frase cargada de simbolismo: «Qué haces dándole la mano... un selfi es para toda la vida». Bofetada de realismo. Son tiempos nuevos, de eso ya no cabe ni la menor duda.

Ya sin la elástica blanquiazul, desandando el camino, Yeray se sienta para atender las preguntas sobre su regreso. Antes, Javier Portillo, el responsable de su contratación, toma la palabra. «Quiero agradecerte el deseo que has mostrado desde el primer momento que contacté contigo de jugar en Alicante. Nuestro equipo quiere futbolistas así, que no duden, que nos demuestren que somos su prioridad», le dijo el director deportivo a su nuevo centrocampista. Podía sonar a diatriba convencional, pero no lo fue. La negativa de Miguel de las Cuevas a la oferta del Hércules estaba detrás de ese discurso, en absoluto improvisado.

Una vez apostillado el mensaje, de resaltar las cualidades del futbolista y de estar convencido de que con él en el equipo, el Hércules «da un salto de calidad», llegó el momento de escuchar al protagonista ocasional.

Con la tranquilidad que da pisar terreno conocido, Yeray González no ocultó su alegría por haber podido cerrar su etapa con la Cultural (exitosa en gran medida) para volver al sitio del que se fue por la puerta de atrás tras un enganchón con el entonces entrenador del equipo, Vicente Mir. Eso no le volverá a ocurrir. «He aprendido, he madurado como jugador, ahora estoy más tranquilo, ya no soy tan temperamental», reveló el futbolista canario.

Competencia de Miranda

Sin salirse del guion, el mediocentro, que a los ojos de Javier Portillo «puede funcionar igual de bien como seis y como ocho», explicó que no le asusta la competencia en su puesto. «Es importante que el nivel de todos sea alto, eso siempre beneficia al equipo, yo hago mi trabajo y luego que decida el entrenador», subraya. «Tenemos un plantillón, con una muy buena base de la temporada pasada, con la idea ya trabajada del técnico, y, eso está muy bien, nos da cierta ventaja con respecto a otros rivales directos», añadió Yeray.

El objetivo, a su juicio, es innegociable: «Este club, con esta historia, estos futbolistas y esta afición solo puede aspirar al ascenso. Pero sin nerviosismo, con paciencia, las notas hay que ponerlas en junio», recitó con naturalidad. Llegados a ese punto, únicamente restaba averiguar qué le había hecho renunciar a ofertas mejores a la que le planteó el Hércules: «Tengo una espina clavada y espero quitármela, quería volver al Hércules para llevarlo al lugar del que nunca debió haber salido: el fútbol profesional. Ahora tengo una familia, me gusta la tranquilidad y esta ciudad tiene todo eso. Aquí fui muy feliz y creo que volveré a serlo, por eso vengo», subrayó.

Su reencuentro con Benja, tras compartir vestuario en León, le entusiasma. «Es un fenómeno. Hablé muy bien de él cuando me llamaron de aquí para pedirme referencias. Y si no marcó más goles el año pasado fue porque no estaba yo aquí», espetó Yeray entre risas antes de abandonar la sala de prensa.