No estaba en cuestión, ha sido una mera formalidad. La renovación de Diego Benito se concretó ayer de manera oficial después de que el futbolista hubiera apalabrado con la dirección deportiva la extensión de su contrato, que expiró un día después del malogrado ascenso en El Toralín.

El centrocampista ha sido un fijo en las alineaciones de Lluís Planagumà. Con él en el banquillo, el mediocentro ha disputado 41 partidos, 35 de fase regular y los 6 de la promoción. Más de 3.600 minutos, todos ellos como titular. En ese tiempo, Diego Benito ha hecho muchas cosas, aportado intangibles de los que gustan a los entrenadores, pero un solo tanto, el que firmó contra el Badalona, aunque el colegiado lo acabara registrando en el acta como gol en propia puerta y no lo reflejen las estadísticas oficialistas.

Esa tarde, como otras muchas a lo largo del curso, el camino hacia el gol se había puesto muy cuesta arriba. Los catalanes daban por bueno el punto a esas alturas de choque. Pero no. Una hora después del pitido inicial, un balón quedó sin dueño en la frontal y el golpeo de Benito, que primero se estrelló en el poste y luego en Morales, acabó llegando a la red.

El colegiado Campos Salinas se lo apuntó al guardameta del Badalona, pero el madrileño lo celebró con rabia y se lo dedicó a su hija recién nacida. No fue un gol cualquiera. Valió para recuperar el liderato y, sobre todo, para frenar una sangría perniciosa del equipo como local ante equipos de la zona baja.

Benito asume sin sonrojarse que la confianza del preparador blanquiazul le ha valido para ser mejor futbolista, así que su continuidad le reconforta. Pero también admite que a su fútbol le falta riesgo, más vocación ofensiva, más pases filtrados. No es necesario que sea él quien resalte esos factores a pulir, han saltado a la vista de los aficionados. La ausencia de competencia en su puesto le ha beneficiado, igual eso cambia el próximo curso.