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De espaldas al milagro

El Hércules vuelve a pagar su acuciante falta de gol y se queda en Segunda División B por sexta temporada consecutiva

Benja lamenta la clara ocasión fallada en la última jugada de la primera parte. Álex Domínguez

Crónica de una muerte anunciada. Sin artillería no hay batalla ganada y el Hércules reafirmó ayer en El Toralín, en la vuelta de la final por el ascenso a Segunda, su endémica falta de gol de la temporada, y también la de demasiados precedentes cercanos.

No hubo remontada, ni siquiera amago de ella porque la Ponferradina repitió el guión del Rico Pérez y apaciguó a los cuatro minutos la presumible tromba del Hércules con un disparo mordido del centrocampista Sielva que se coló sin remedio en la meta de Falcón.

Fue el jarro de agua fría que bastó para desmoronar toda la ofensiva de un Hércules que buscaba una machada sin igual. Sin embargo, la primera tentativa ya había sido de los bercianos, cuando Bravo, en otro rechace mal destinado de la defensa alicantina, fusiló la puerta. Falcón adivinó abajo, pero poco duraría la calma.

El Hércules murió en campo rival, permitiendo unos contragolpes groseros, por un empuje a tumba abierta con tanto protagonismo como frustración de cara a gol.

Planagumà, casi por vez primera en todo el curso, había variado el esquema de un Hércules inmerso en unas maniobras imposibles. Soltó el ancla de Fran Miranda de inicio para incluir una línea de tres mediapuntas sólo sostenidos por un Diego Benito en la función de chico para todo.

No valió ni siquiera la declaración de intenciones del Hércules en el saque inicial, con seis jugadores sobre la línea del centro del campo. Otro gol tempranero, un rara avis durante la Liga regular pero una fea costumbre en el play-off, dinamitó el clavo ardiendo de la remontada al que se habían aferrado plantilla y afición por la simple trivialidad del mundo del fútbol.

Pese a tanta necesidad, el Hércules tardó demasiado en encontrar portería, empecinado, con su ariete Carlos como máximo exponente, en rizar el rizo en busca de la jugada perfecta, en lugar de poner a prueba al portero Manu García, que después avisaría de que la Ponferradina se viste por los pies.

Aun con overbooking ofensivo, fue Juanjo, el lateral, que ya no jugará más con el Hércules, quien probó fortuna con dos voleas lejanas. Era el minuto 22 y los alicantinos daban, por fin, su primer aviso. Demasiado poco para tamaña empresa.

Sin embargo, sirvió de estímulo y el Hércules se estiró, ya sin nada que perder. Tras el parón para refrescarse obligado por el sofocante calor, los blanquiazules encontraron camino, pero no puntería. Poco antes de llegar a la media hora, Benja no acertaba a enganchar, casi en área pequeña, un inmejorable servicio de Pol Roigé.

La llegada al descanso no variaba el hábito porque de nuevo Benja, al que no se le puede discutir entrega pero negado de cara a gol, envió al larguero un cabezazo que solo tenía que empujar en la línea de gol.

Jona, solución de emergencia

Jona, solución de emergenciaTras la reanudación el hispano-hondureño Jona, desaparecido por decisión técnica durante casi toda la segunda vuelta, fue el elegido para ver una luz cada vez más escondida. El partido, ya convertido en una disparatada carrera de caballos sin jinete, todavía dio algún susto.

Carlos Martínez armó un chut potente en el 60' que Manu García sacó a bocajarro, sin blocar, intervención de escuela argentina. No sería la última que haría en ese minuto porque despejaría una doble ocasión de Jona y Chechu a la salida del córner.

No era el día del gol para el Hércules. Tampoco la temporada. Al choque todavía le quedaba más de quince minutos, pero El Toralín, vestido como en sus mejores galas, ya festejaba su ansiado regreso a Segunda.

A los festejos previos le sucedió una catarata de ocasiones de ambos conjuntos, con un Yuri que dejó un gol anulado y una vaselina armónica en apenas una decena de minutos.

El Hércules murió lejos de la orilla y se estampó como tantos otros fines de semana con su repetida falta de puntería. Ni siquiera el esfuerzo de la dirección deportiva y de los dueños en el mercado de invierno palió el principal mal del equipo, que quedó desnudo cuando dejó de ser una fortaleza atrás, como había lucido durante toda la fase regular.

El partido de ayer pudo ser el último de muchos jugadores, como el capitán Chechu Flores, Juanjo, Pol Roigé e incluso Juli, que no dispuso de minutos en El Toralín. También será un punto de inflexión para el míster Lluís Planagumà, que llevó al equipo a la final por el ascenso a Segunda tras dos años horrorosos, pero que volvió a dejar al equipo en el pozo.

A partir de mañana se inicia la temporada 19-20, la sexta consecutiva del Hércules en Segunda División B. Nunca el club tardó más de seis años en volver al abrigo del fútbol profesional.

El calor obliga a parar el partido en dos ocasiones y la afición consuela a los jugadores

El calor obliga a parar el partido en dos ocasiones y la afición consuela a los jugadoresEl sofocante calor que ayer azotó a Ponferrada (unos 35 grados a las 19.30 horas) propició que el árbitro parara el partido en dos ocasiones para que se refrescaran los jugadores. El Hércules contó con 350 aficionados en las gradas de El Toralín, que no dejaron de animar y que saltaron al campo, en plena invasión de la hinchada local, para consolar a los suyos. Minutos antes del final del partido, las 9.000 gargantas locales corearon al unísono «Hércules, Hércules», en muestras de agradecimiento al trato recibido entre ambas aficiones y entidades en la final por el ascenso.

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