Ni de trabajo, ni de placer. El viaje a Logroño fue de ambas cosas. Un partido trabajado en el campo y fuera de él. El Hércules no estuvo solo en Las Gaunas y fue llevado en volandas por unos 500 alicantinos que terminaron por conquistar Logroño a base de ilusión y de un sufrimiento más o menos controlado.

El Hércules llegó al estadio riojano sobre las 17.00 de la tarde y allí ya estaban los fieles, cantando sin cesar y animando un partido que se preveía de altas pulsaciones. Y así fue. Conforme bajaron los futbolistas del Hércules del autobús, la hinchada blanquiazul comenzó a entonar el himno del club, cántico al que se unió rápidamente Lluís Planagumà de manera efusiva mientras se adentraba en el recinto.

La simbiosis entre plantilla y afición fue total. La primera charla motivacional ya estaba hecha antes de entrar al vestuario. El equipo saltó a calentar al césped de Las Gaunas con el saludo personalizado de Juan Carlos Ramírez, uno de los máximos accionistas del Hércules, emulando inocentemente aquel golpe en el pecho que popularizó en los noventa el técnico argentino Carlos Aimar a pocos metros de allí, en el añorado viejo Las Gaunas.

Ayer, el estadio riojano, el nuevo, silbó. Avisado quedaba el equipo blanquiazul de que iban a ser 90 minutos al filo de lo imposible, con una ciudad deseosa de fútbol profesional tras casi dos décadas huérfana, entre la defunción del histórico CD Logroñés y la aparición de varios meritorios; entre ellos, esta Unión Deportiva.

Hubo salida en tromba de los blanquirrojos, tan copiosa como estéril. El Hércules capeó el temporadal, fiado a la solidez defensiva de toda la temporada. Ya son 22 partidos en toda la temporada con la portería a cero, un aval más que suficiente para creer en que el retorno al fútbol profesional no es ninguna falacia.

Celebración en la grada

Los 500 herculanos estallaron de júbilo tras el pitido final y el equipo respondió yendo a saludarles, como ya pasó en Lasesarre y en otros estadios durante esta temporada que marcha sin mácula alguna. «¡Sí se puede!», corearon sin fin desde la grada. El equipo celebró en el césped, un conato de juerga comedida por el peldaño que todavía queda por superar. Y todo ello bajo un clima de absoluta cordialidad en Las Gaunas. Donde hubo clase, siempre queda.