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Leyendas Herculanas

Torregrosa: cuando Tabacalera le birló un futbolista al Madrid

La fábrica cigarrera, presionada por el Hércules, reclamó en 1932 al club blanco la vuelta del defensa alicantino, trabajador en excedencia

Una alineación del Hércules antes de la Guerra. Torregrosa, segundo por la izquierda, entre Pérez y Suárez de Begoña.

Un telegrama alborota en 1932 la tranquilidad de un domicilio de una villa de Madrid inmersa en una catarata de cambios sociales, políticos y urbanísticos. El remite de la misiva es conocido: Fábrica de Tabacos de Alicante. El mensaje, rotundo: si el destinatario [de 28 años] no regresa a su puesto de trabajo, ahora en excedencia, corre el peligro de perder definitivamente el puesto.

El permiso de trabajo no era capricho, el trabajador de Tabacalera era futbolista del Real Madrid (con la República, sin la alusión monárquica, sólo Madrid). La contundencia de la notificación no la pudo frenar ni siquiera todo un gigante del incipiente balompié patrio y José Torregrosa Torregrosa, el protagonista de esta historia, regresó a Alicante.

Por entonces, Torregrosa todavía era un defensa de primerísimo nivel y con la fama en su tierra de haber sido el primer alicantino en disputar un partido de Liga con el Real Madrid. A Chamartín había llegado en 1929 tras un gran año en el Castellón y bajo una suculenta oferta: 2.500 pesetas de ficha y 800 de sueldo mensual. Una proposición irrechazable.

Su debut no se hizo esperar y el 6 de octubre, en el Campeonato Regional, el técnico José Quirante (un alicantino de Cox) alineó a Torregrosa en la visita del Racing de Madrid a Chamartín. El Real perdió por 0-2, pero aquél sería el primero de los 84 partidos de Torregrosa como merengue.

Su rutilante carrera futbolística había comenzado a brillar a comienzos de los años 20 en un Hércules todavía en fases de creación. Su calidad, no obstante, ya resonaba entre los bastidores fubolísticos de la región y Emilio Costa, alma máter del Bellas Artes, lo reclutó junto a otros cinco futbolistas rojiblancos. Su desparpajo y exultante juventud no pasaron desapercibidos para el mejor portero español de todos los tiempos, un Ricardo Zamora que defendió puntualmente en 1923 los colores del Natación, el gran club alicantino de la década.

Durante esa estancia en la ciudad, El Divino fue invitado a ver un partido del pujante Bellas Artes y quedó prendado de Torregrosa. Hasta tal punto que el alicantino se iba a convertir en futbolista del Natación por petición expresa de Zamora, cuya opinión sentaba cátedra. Había sido el primer portero en la historia de la selección española y olímpico en los Juegos de Amberes.

La sanción que supondría la desaparición del Natación provocaría una salida masiva de su plantilla y Torregrosa, que ya había sido campeón regional en 1924, firmó por el Levante. Una fractura de peroné durante su estancia en el club valenciano le limitó, pero llegó a tiempo para repetir título en 1928. Un año después haría lo propio con el Castellón, tras una fantástica temporada que le abriría las puertas del Real Madrid.

A la capital Torregrosa se fue con su esposa, una María Gomis que siempre le idolatró y que vio con buenos ojos los emolumentos de su marido en Chamartín. Cien pesetas de prima por partido ganado en casa, 150 fuera y 1.000 en el caso de ganar un título nacional. Con el Real Madrid forjaría una gran amistad con Félix Quesada, su pareja en la zaga, y levantó otros tres títulos regionales (30, 31 y 32), un récord que ampliaría en 1933, al hacerlo con el Hércules. En total, siete Campeonatos Regionales con cinco equipos diferentes, un récord para la historia del fútbol español.

De nuevo en Alicante

La llamada urgente de Tabacalera en 1932 había sido promovida por un Hércules ya hegémonico en el fútbol provincial. El club, con José Antonio Larrinaga en la presidencia y el británico Walter Harris en el banquillo, vio el regreso de Torregrosa como una inmejorable oportunidad para fortalecer aún más un equipo que iba camino de Primera División.

Tabacalera accedió al acuerdo tácito y Torregrosa volvió a su tierra, toda vez que ya había perdido protagonismo con el Madrid.

El defensa alicantino sería uno de los integrantes del Hércules que inauguró Bardín el 18 de septiembre de 1932, precisamente ante su Madrid. En aquel partido el defensa alicantino compartió once con el meta Jover, Manolo Maciá o Ramonzuelo y tendría enfrente al eterno Zamora, que nueve años antes había lanzado su carrera al estrellato.

Al Hércules lo defendió en la 32-33, 33-34 y 34-35, aunque en esta última, la del ascenso a la máxima categoría, sólo disputó amistosos. Sin embargo, seguiría estirando su larga carrera futbolística, ya compatibilizada con su trabajo en la fábrica, y jugaría brevemente en el Elche y el Alicante, donde colgaría definitvamente el hábito y a quien también entrenaría exitosamente.

El 11 de abril de 1943 los dos equipos de su vida se juntarían nuevamente en Bardín para tributarle un merecido homenaje. El partido, al que acompañó un espléndido sol y un estadio abarrotado, lo venció el Real Madrid por uno a dos con goles de Pruden y Botella. Su inseparable amigo Quesada, que llegó a ser internacional, volvió a vestirse de corto y defendió sólo por aquella vez al Hércules contra el conjunto blanco.

La vida tras el fútbol

Afincado en la calle Enrique Ortega y entregado a la vida del barrio, una vez retirado fue uno de los fundadores de la sociedad cultural y deportiva San Blas en 1946, en la que colaboró activamente durante toda su vida. Quizás hasta más de lo que hubiera querido su paciente esposa. Pepe, como le conocían en familia, había recibido en su homenaje 30.000 pesetas, todo un empujón para una familia de entonces y decidió invertirlas en comprar equipaciones y botas para los chicos del San Blas. «Nada teníamos, nada tenemos», contestó María, también trabajadora de la Fábrica de Tabacos, a la consulta de su marido.

Ya con el rango de capataz en Tabacalera, Torregrosa se convirtió en uno de los representantes de los trabajadores gracias a su carácter abierto y generoso. Sin embargo, esa popularidad trajo consigo unos instantes de pánico para su mujer y su hija Fina. Una noche, todavía en la gris y callada posguerra, dos policías llamaron a la puerta del domicilio familiar. «Buscamos a José Torregrosa». «Mi madre pensó de inmediato que le iban a dar el paseo por tener pasado sindical y ser el representante de los trabajadores», explica hoy su hija. Unos momentos de pánico acrecentados por la ausencia de Pepe. «Está con unos amigos tocando la bandurria. ¿Pasa algo?», fue la contestación de María.

«El Gobernador Civil, Jesús Aramburu, quiere que sea concejal», respondió escuetamente uno de los policías. Respiro de alivio absoluto en la casa de los Torregrosa. La estrategia era clara: un afamado futbolista y líder carismático entre sus compañeros de la fábrica era la mejor opción para llegar al pueblo. Dicho y hecho, Torregrosa juraría el cargo en 1951 no sin algún problema de logística. «Se ruega asistir con traje oscuro», rezaba la norma en el Ayuntamiento. «Sólo tengo un traje y es gris», se lamentaba Torregrosa en casa, preocupado por la imposibilidad de comprar uno nuevo. El entorno familiar y vecinal se volcó y llenó la casa del exfutbolista de chaquetas y pantalones para la ocasión. Hoy, 64 años después de aquello, un texto entrañable sigue acompañando a la foto en el álbum familiar: «Jurando el cargo con un traje prestado».

Implicado en Alicante como nadie, también aceptaría años después el cargo de presidente de la Gestora de las Hogueras de San Juan, además de ser fundador de la comisión de San Blas. «Si fuera una rubia de 20 años se lo prohibiría, pero está enamorado de una ciudad. ¿Qué le voy a hacer?», confesaba María, su inseparable compañera de vida.

José Torregrosa, uno de los primeros futbolistas de talla nacional que dio Alicante, falleció en 1986 tras una carrera de récords y una vida dedicada a su ciudad.

Todavía hoy a su hija Fina, su yerno Antonio y sus dos nietas, Lola y María José, les paran por las calles del barrio para recordar la figura de su iaio.

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