José Torregrosa, presidente del Hércules, se desplazó a Valencia en diciembre de 1984 para sacar a Kempes del ostracismo y de las pistas de fútbol sala y utilizarlo de reclamo para una temporada que comenzaba a coger mal color. Con Torregrosa viajó el entonces técnico del club, Carlos Jurado, al que Kempes le pidió una única condición: «Si voy es para jugar de 10, no quiero que me den tantas patadas de delantero». Dicho y hecho.

El fichaje por el Hércules de Kempes, campeón y máximo goleador del Mundial de 1978, era toda una realidad. Su participación se esperaba como agua de mayo y su debut se produjo antes incluso de terminar el año. Aunque el último encuentro había sido un meritorio empate a dos contra el Real Madrid, Jurado llegaba a la cita asfixiado tras 10 jornadas consecutivas sin ganar. El 23 de diciembre de 1984 alineó de inicio a Kempes en la visita a Alicante del Zaragoza.

«Nos sorprendió como mucho cuando nos enteramos de que venía, pero más todavía cuando vimos que venía tan bien», recuerda hoy Reces, integrante de aquella plantilla del Hércules. «Tenía toda la calidad del mundo, pero su estado física era una incógnita porque venía de jugar al fútbol sala y nos dejó con la boca abierta», apunta el exfutbolista.

En su primera temporada su fútbol ayudó a que el Hércules se mantuviera en Primera, no sin dificultad, pues la permanencia se conseguiría tras la célebre victoria en el Bernabéu con gol de Sanabria. Sin embargo, entre los compañeros caló más hondo incluso su humanidad. «Me gustó incluso más el tipo de persona que era», explica Pascual Luna Parra. «Nunca actuó con superioridad, como jugador era un monstruo, pero es que como persona era igual o mejor», recuerda el alicantino José Vicente Ramos.

«Era un tío súper cercano, ayudaba a quien lo necesitaba o quien estaba pasando por un mal momento y a veces lo hacía hasta anónimamente», revela el actual delegado blanquiazul, Quique Sala, entonces portero del club.

Amargo adiós

Tras aquel año, Kempes comenzó la 85-86 en plena forma y en enero sumaba ya nueve goles. Pero una suculenta oferta del fútbol austriaco precipitó su adiós en la jornada 22. Tras su marcha, el Hércules sólo ganó un partido y bajó a Segunda. «Se notó demasiado», confiesa Carlos Muñoz, compañero de habitación del astro argentino.