Luces y sombras en la delantera de este Hércules que el domingo recuperó la segunda plaza tras la sufrida victoria (1-0) firmada ante el filial del Girona en el Rico Pérez. Carlos Martínez y Stephane Emaná reflejan la cara y la cruz del ataque blanquiazul, siempre bajo los focos por la endémica falta de gol del equipo desde que descendiera a Segunda B en verano de 2014.

El punta de Mataró sí que empieza a rentabilizar la fuerte apuesta realizada por él el pasado verano. Ha marcado cinco goles, repartido cuatro asistencias y participado en el 60% de los tantos de todo el equipo (15 en 16 partidos). El pasado domingo desatascó el encuentro contra el Peralada con una gran acción individual y está respondiendo a las expectativas.

Por su parte, Stephane Emaná marcó su única diana hace más de tres meses, en Villarreal, y la única lectura positiva es que ha dejado atrás las lesiones musculares que lastraron su aportación al inicio de Liga.

El fichaje de Carlos Martínez por el Hércules rompió los esquemas de la mayoría de directores deportivos de Segunda B, ya que no contaban con que el talentoso delantero regresara a la categoría de bronce tras un año en Japón. Con una calidad propia de categorías superiores, destacó en el Olot y el filial del Villarreal B antes de aceptar la suculenta propuesta del fútbol nipón, donde los sueldos son desorbitados en comparación con Segunda B.

Pero en Tokio todo resultó complicado, en el césped y fuera de él. El veterano entrenador Miguel Ángel Lotina le ubicó como extremo en su sistema ultradefensivo y Carlos sufrió de lo lindo, solo marcó dos goles en toda la temporada y, lo que es peor, no disfrutó, algo fundamental para él a lo largo de su peculiar carrera (se curtió en Tercera y tardó en explotar porque antepuso la carrera de Derecho al fútbol). Fuera del campo no fue sencillo tampoco ya que es padre de dos niños pequeños y tan lejos de casa todo era más difícil.

Por todo ello decidió hacer las maletas y el Hércules fue el que más rápido se movió, ofreciéndole un buen contrato por dos campañas que el punta de Mataró aceptó, atraído por la grandeza del club, el objetivo ambicioso y la calidad de vida de Alicante. Además, el técnico Lluís Planagumà le conocía desde hace muchos años, cuando se batía el cobre en la Tercera catalana.

Carlos Martínez, nacido en 1986, está rentabilizando su fichaje, no solo por los cinco goles que ha anotado hasta la fecha, sino por la altísima influencia que tiene en el juego del Hércules. Prácticamente todo pasa por él. Ha repartido también cuatro asistencias y en el vestuario es uno de los «pesos pesados» aunque no lleve el brazalete de capitán.

El atacante catalán, formado en las categorías inferiores del Barcelona, está convencido de que éste es el año del conjunto de Planagumà y se ve jugando el año que viene en Segunda en el Rico Pérez. Y muchos de sus compañeros le creen a pies juntillas.

Pólvora mojada

Por su parte, Stephane Emaná aún debe despegar. Llegó a Alicante sin realizar pretemporada y en un estado físico muy precario, lo que resultó letal ya que encadenó varias lesiones musculares que le dejaron en el dique seco demasiadas semanas. Ahora (con el parón navideño a la vuelta de la esquina) ya ha adquirido el tono para competir en igualdad de condiciones que sus compañeros, pero su aportación es realmente discreta. Solo vio puerta en una ocasión, hace ya más de tres meses en Villarreal. El técnico Lluís Planagumà insiste con él como titular para probar su sociedad con Carlos Martínez pero el pasado domingo, sin ir más lejos, fue el primer cambio (también en Sabadell) y se marchó del césped visiblemente contrariado.

Por último, el tercer punta en discordia es Carlos Fernández. El jiennense no llega a los 150 minutos disputados, marcó su último gol hace exactamente un año y es el principal candidato a hacer las maletas en enero si llega otro delantero, algo que intentará el director deportivo Javier Portillo, ya que el Hércules, pese a ser segundo, continúa promediando menos de un tanto por partido (0.93).