Que hace siete días, con motivo del Hércules-Castellón, se produjeran siete heridos y tres detenidos por incidentes entre aficionados de ambos clubes, viene a decir que aún hay trabajo de concienciación por delante. Parece estar claro que la cuestión no se ataja solo con barrera policial. Es un tema profundo que gira en torno a la educación. En esa línea se está moviendo la Asociación de Federaciones Españolas de Peñas de Fútbol (AFEPE) desde 1999. Casi veinte años ya en el propósito de fomentar «las relaciones cordiales entre distintas aficiones», para atajar «la violencia, el racismo y la xenofobia en todos los ámbitos». Desde el desconocimiento sobre las prácticas de estás acciones, surgen varias preguntas: ¿Entendemos por sectores violentos solo los llamados ultras? ¿Hasta cuándo se van a normalizar los insultos que reciben árbitros y jueces de línea desde el terreno de juego y desde la grada? Que no se permita fumar en los estadios es un paso para hacer más agradable el ambiente, pero quedan muchos más por delante. Estaría bien empezar a cuestionar con debates, reuniones, acciones, sobre roles aceptados de la idiosincrasia del fútbol.

Así los pibes del colegio Martín Buber de Palermo, Argentina, participaron en un tierno vídeo para llamar a la reflexión sobre los comportamientos que despierta el superclásico Boca-River. Por ejemplo, que los técnicos realicen juntos la rueda de prensa tras el partido. Todos queremos que gane nuestro equipo, nos interesa saber el estado de forma de las plantillas y el historial en datos que ha dejado el derbi desde 1942. Ahora bien, también conviene dar relevancia en los vicios negativos, que rodean a este deporte, por el bien de todo. Son violencia y dan alas a los que llegan más lejos. Puestos a soñar: ¿Por qué no sonreír al rival, respetar al árbitro y animarse entre aficiones? Con voluntad es posible.