A ojos de un forastero, el Castellón puede recordar al Betis del «manque pierda». Ahora, por muchos vídeos cachondos que haga Joaquín, cuando no gana, hay traca. La afición albinegra ha optado por dar calor en Castalia y cubrir los desaires de despacho.

El relato marca la vida y el fútbol no iba a quedarse en fuera de juego. Así se conocía al Madrid como el equipo del Gobierno desde el franquismo. Así se conocía al Atleti como El Pupas hasta el cholismo. Y al Castellón se le ha comenzado a percibir últimamente por su resistencia a desaparecer, por el compromiso de Marenyà pese a los impagos y ofertas, a la persistencia en afrontar cuatro playoffs, caer y levantarse.

El recuerdo de los cromos, a veces, es falluto. Crees que Cuxart fue un mítico ariete tronco del Castellón en los 90 y resulta que se esforzaba en el Cartagena y Badajoz. Eso sí, visten parecido. Dobrovolski y Ulloa, sí que sudaron su camiseta. El que no lo hace en el verde es Enrique Ballester, autor de Infrafútbol, historias de un aspirante a futbolista que afronta con sencillez la realidad, y que a su manera genera adeptos a su club por sus simpáticas descripciones.

La aceptación del seguidor albinegro conduce a digerir con normalidad que el Villarreal B, filial de un pueblo castellonense de 50.000 habitantes, sea líder y tú colista. Puede doler pero la realidad no es nueva. Y para ejemplo el caso de Pablo Fornals, recién convocado por Luis Enrique. Se declaró en twitter seguidor orellut en su etapa boquerona hasta que se dejó seducir por la tentadora oferta del club dirigido por Roig, en cuya cantera ya estuvo. Digamos que hay casos que duelen más que otros. Es probable que despedir a Marenyà haya encabronado más que la decisión de Fornals. No será la última. El fútbol moderno, cada vez más adinerado, huele a podrido.

Antes de que la directiva termine de remachar al herido, Guti y Luque, ex técnico blanquiazul, esperar enderezar el rumbo. Con 3 puntos más, se calmaría algo el ambiente. Porque, pese a los peligros con corbata y la racha actual, nadie se obsesiona con la idea del descenso. Ha costado mucho llegar. En el ADN va resistir.