En 2018 la sociedad comienza a entender que el feminismo no es una pose, sino una necesidad. Mientras todos los ámbitos luchan por lograr esa igualdad denegada durante siglos a las mujeres, el fútbol no puede ni debe quedarse atrás. La Liga lucha por que su competición femenina adquiera cada vez más presencia, los medios ya dedican portadas, pero ¿y el arbitraje?

En España fue pionero al incluir a la mujer incluso en el deporte masculino, pero tan atronador llegó como silencioso se marchó poco tiempo después. La protagonista fue la colegiada Carolina Doménech Ceballos (Palma, 1976), que se convirtió en la primera mujer en formar parte de un cuarteto arbitral en el fútbol profesional.

La fortuna quiso que ese debut de campanillas tuviera lugar en el estadio Rico Pérez en 1998 en un Hércules 1-1 Rayo Vallecano de Segunda División. En la cita no faltaron una numerosa legión de cámaras de Canal+ y una afición tan asombrada como expectante. Aquel debut de Carolina, de 22 años, fue como cuarta árbitra. «Recuerdo aquel partido del Rico Pérez con nervios, más aún con tanta cámara delante, no sabía ni dónde mirar, pero hoy lo pienso y me siento muy orgullosa», cuenta la protagonista.

Su camino no había sido fácil hasta alcanzar aquel hito, pero a la semana de lograrlo se estrenó como colegiada principal en Segunda B en un Sabadell-Ontinyent. En total arbitraría 60 partidos entre1998 y 2003 en la categoría de bronce, entre ellos varios al Hércules, no sin alguna palabra indeseada de parte de futbolistas, entrenadores y aficionados con comportamientos machistas. «Muchos me decían que me fuera a la cocina y a mí me hacía gracia porque casualmente yo trabajaba y trabajo en una empresa familiar que vende cocinas», recuerda Carolina, que desde que colgó el silbato en 2003 no ha vuelto a tener relación con el fútbol ni el estamento arbitral.

Sobre aquellos insultos la exárbitra, que llegó a ser internacional, reconoce que hoy se ha minimizado muy mucho. Afortunadamente: «Ahora todo es mucho más suave, se ha concienciado a la gente y hay cosas que ya no se oyen».

Juez en un Real Madrid-Atlético

La progresión de Carolina Doménech, conocida por su nombre de pila y no por sus dos apellidos como el resto de árbitros, fue imparable. El 22 de febrero de 1999 subió un peldaño más y se estrenó como asistente en Primera en un Espanyol-Dépor. Pero aún quedaba una plaza mejor: el Santiago Bernabéu.

Sería a principios de enero de 2002, como árbitra principal y en un derbi madrileño entre merengues y rojiblancos. La condición del encuentro, eso sí, era amistosa. «Fue un sueño, un gran regalo de Reyes con el campo a rebosar», recuerda Carolina.

Sin embargo, ese avance a pasos agigantados se diluyó como un azucarillo y ella dijo «basta». Con 27 años puso punto final a su carrera al ver la imposibilidad de seguir progresando: «No llegué a arbitrar en Primera por ser mujer y tuve que dejarlo porque no veía futuro». Tan rotundo que duele. «Estaba tan cualificada como cualquier hombre», cuenta la balear.

Dos décadas después el panorama sigue siendo igual de incierto para las mujeres en un fútbol profesional español que todavía no ha visto pitar a una mujer en Primera ni en Segunda. «Seguimos muy por debajo de los hombres, veo algo de movimiento, alguna asistente en Segunda, pero poco más», lamenta Carolina Doménech, hija del árbitro de los 80 Doménech Riera.

Hoy, apartada del fútbol y regentando la tienda familiar de cocinas de Palma, todavía confía en ver a una mujer arbitrando en Primera. Carolina, madre de un niño y una niña, no oculta que animaría a cualquiera de ellos si un día le dicen que quieren ser árbitros. «Igual que con cualquier otra profesión».