Decía el Tata Martino: «Tenemos que ser desordenados para atacar y tener más orden para defender cuando perdemos la pelota». Una idea que se vio más con Paraguay que en el Barça. Ganar todas las semanas no es sencillo, sobre todo, cuando la exigencia es grande. En Segunda B no regalan los puntos y si quieres sumar de tres en tres has mantener un equilibrio constante. El Hércules sabe bien que es complicado por lo acontecido en los últimos años. De ahí que Planagumà esté demostrando inteligencia en el césped y en rueda de prensa. También, el equipo. La realidad del Badalona es más débil. No posee presupuesto para diseñar una plantilla fuerte y esta campaña ha realizado el típico movimiento en el banquillo que suele resultar traumático. Carlos González era y es una institución en el club. Había inculcado un sello, una manera de competir. Ramón Calderé está en ello. Mucha gente pensó que la transición era un hecho cuando el equipo terminó humillando al Mestalla. Los azulones dieron un recital de tapar huecos y efectividad. Era la jornada 6. Una semana después, el mundo al revés o peor. Jarro de agua fría en Olot. 4-0. Defensa de cristal y ataque estéril. La última jornada ha vuelto cierta tranquilidad con el empate ante el potente Lleida, aunque quedó cierto resquemor porque la igualada visitante llegó a diez minutos para el final.

Sea como fuere, el rival del Hércules llega con dudas, con la opción de ponerse el traje que utilizó en Paterna o el que se llevó a Olot. Valentía o inseguridad. Dos veteranos de peso intentarán guiar a sus compañeros. Morales guardando el arco y Natalio queriendo perforarlo, las principales armas del CF Badalona. No es una final, como subraya Planagumà, pero que le digan a cualquiera de los dos contrincantes que no es importante la cita. No vale el empate.