Visto y no visto. Otro presidente efímero, como suele ser habitual en el último lustro en el Hércules. Quique Hernández dejó el cargo esta semana tras ocho meses en los que ha sentado una buena hoja de ruta para que el club vuelva a acercarse a Alicante y no se desprenda más de quienes sienten el club. También ocho meses en las entrañas de un club que agota sólo asomándose a él.
La brevedad en la presidencia del que es el entrenador con más partidos en la historia del club es un patrón habitual en la historia reciente del club. Al menos desde el adiós de Aniceto Benito en 1997 con el paréntesis del mandato de Valentín Botella (siete años de presidente, el que más en toda la historia tras Rico Pérez, que estuvo algo más de 13).
A Aniceto Benito, que estuvo unos cinco años, le sucedió Francisco Peris, que se dejó literalmente la vida en el cargo a finales de 1998. Circunstancialmente a Peris le relevó Antonio Alberola, el presidente más fugaz en toda la historia del club. Como interino pasó dos meses hasta que Luis Esteban, entonces presidente de la Cámara de Comercio, asumiera el cargo. Tampoco lo agarraría con demasiada fuerza porque a finales de 1999 entró Enrique Ortiz salvando a un Hércules tocado de muerte. De esta forma accedió a la presidente Enrique Carratalá, cuñado de Ortiz, que aguantó en el cargo cinco años.
En mayo de 2004 el máximo accionista Enrique Ortiz se decidió por dar un paso más al frente y asumió la presidencia. Duró poco. Concretamente cinco meses. En noviembre entró en escena el empresario Valentín Botella, presidente del Hércules hasta 2012.
Cuando apareció el exfutbolista Jesús García Pitarch, que abandonó el Hércules muy por la puerta de atrás a los 10 meses. Carlos Parodi dio algo de estabilidad en un sillón que, a la vista está, quema más de lo debido. Tres años después irrumpió Juan Carlos Ramírez, que ya llevaba tiempo implicado como el segundo accionista del club tras Ortiz. Tampoco duró mucho: nueve meses. Hasta el pasado mes de febrero. Cuando entró Quique. Se busca sustituto.
