Olía a partido importante. Los más veteranos del lugar presagiaban naufragio; una sensación similar al dolor de huesos con el cambio de tiempo. Algo intangible. Lo que sí que se podía medir era la ilusión de una grada recuperada para la causa con este brillante inicio liguero que ayer quedó interrumpido por un borrón. Permitido hasta para el mejor escribano. Los nueve mil asistentes así lo hicieron ver al término del partido: ovación cerrada pese a la derrota.

Es otro Hércules y también otra grada. El Rico Pérez volvió a rugir por momentos como en las grandes citas, tan lejanas como añoradas. El aspecto del estadio (9.000 espectadores) fue el mejor en Liga, derbi con el Elche aparte, desde hacía más de dos años. Concretamente, desde la visita del Olot en mayo de 2016 en plena racha triunfal del equipo de Vicente Mir.

Entre tanto, el primer pinchazo volvió a ocurrir fuera del césped con unas colas interminables para comprar localidades. El Hércules sólo habilitó tres taquillas pese a una demanda que alcanzó las tres mil localidades vendidas. El problema no es nuevo y ya ha sido objeto de alguna discusión en el seno del club. El ahorro, en mente, pero también el enfado de potenciales herculanos que ayer, viendo la lentitud para comprar una entrada, decidieron dar media vuelta. Una pena.

A la salida de los jugadores al terreno de juego volvieron a aparecer los tradicionales «papelitos» noventeros desde Tribuna Alta, pero no llegaron siquiera al césped. No hubo precisión, tampoco la habría después sobre el verde. Queda mucha Liga y el Hércules sigue líder.