Abril de 1994. El delantero croata Vorkapic, escayolado hasta la ingle. El diagnóstico es claro: no puede jugar. El Hércules apura las jornadas contra reloj para colarse entre los puestos de ascenso a Primera sólo un año después de salir de Segunda B. Machada que no se produciría, pero que el club intenta contra viento y marea. El doctor Simón Campos se marcha a Estados Unidos para completar un curso, precisamente, de recuperación de futbolistas y deja una máxima: «Si juega Vorkapic, puede quedarse inútil para la práctica del fútbol como Van Basten».

Oídos sordos de puertas para adentro del vestuario. Las temerarias ganas del futbolista y la necesidad del técnico, el hoy presidente Quique Hernández, fuerzan la máquina. INFORMACIÓN localiza a Campos en Chicago el día antes del partido y le comunica la maniobra que pretende el Hércules: «Si juega, dimito».

Minuto 50 de partido, cero a cero, el Murcia resiste en el Rico Pérez. Vorkapic se acerca a la banda para saltar al campo. Runrún en la grada. Un minuto después de la entrada del croata al campo marca el Hércules. Al más puro estilo Cid Campeador. No dura ni un cuarto de hora. Vorkapic pide el cambio y sale en camilla. Quique Hernández, consciente del órdago de Campos, se dice para sus adentros: «Ya está el lío armado». Pero la camilla de Vorkapic pasa a su lado y el croata le guiña un ojo. «Míster, es cuento, es que vamos ganando».

Lo que fue un momento de tensión pasó luego a recordarse entre risas. Lo cuenta Quique Hernández, que tuvo que reunirse junto al presidente Aniceto Benito al día siguiente con Simón Campos para hacerle cambiar de opinión. Surtió efecto y el doctor siguió ampliando su historia en el Hércules.

Entonces Campos ya era una eminencia en el mundo de la medicina y, concretamente, en el tan futbolístico mundo de las lesiones de rodilla. Desde 1986 era el jefe de la Unidad de Rodilla del Hospital General de Alicante, donde después también lo ha sido del Servicio de Traumatología y Ortopedia hasta hace pocos días. Esa labor pública la compaginó durante dos décadas con el cargo de doctor del Hércules, donde llegó en 1981 y del que no se desprendería hasta principios del siglo XXI.

«No habrá nunca en el club un médico como él», afirma rotundamente el exmasajista Paco González, una de las voces más autorizadas del día a día del club.

Simón Campos, herculano hasta la médula -como dijo en muchas ocasiones-, fue el primer médico en la Comunidad Valenciana que hizo una artroscopia en la rodilla o una intervención de plastias de ligamento cruzado anterior.

«Yo me quedaba alucinado, recuerdo que tardaba cinco segundos en diagnosticar un ligamento cruzado roto», recuerda Eduardo Rodríguez. «Además, nunca me infiltré con él, yo le decía que no quería hacerlo y él me apoyaba en mi decisión, algo poco habitual en médicos de equipos de fútbol», apunta el máximo goleador de la historia del club blanquiazul.

Pero en sus dos décadas al frente de los servicios médicos del Hércules no sólo atendió a futbolistas, también a entrenadores, presidentes e incluso árbitros. Al técnico blanquiazul Villanova tuvo que operarlo de una triada al mes de llegar al banquillo. «Fue un día de lluvia y decidimos entrenar en el pabellón, pero había goteras y el míster pisó un charco y se resbaló con fatal desenlace», cuenta Paco González. Ahí entró en escena el doctor Campos. No fue su única intervención poco corriente durante los años ochenta. Triunfo del Betis en el Rico Pérez en 1986, pesimismo en las gradas, el Hércules huele a Segunda. El árbitro, abucheado, mira al público y hace el gesto del pulgar hacia abajo. Tensión máxima. El presidente Torregrosa, con un ataque de ansiedad, necesita atención en el propio estadio. Simón Campos vuelve a actuar. El electro da negativo.

La lesión de Rincón con la selección

Acostumbrado a intervenir en situaciones límite, en 1992 el modesto Torrevieja asalta el Rico Pérez y el colegiado Velázquez Carrillo es alcanzado por un objeto lanzado desde la grada. «Doctor Campos, por favor», suena al otro lado de la puerta. Contratiempo resuelto, ahora toca esquivar la ira de la gente: el colegiado abandona el estadio hora y media después del partido por la salida del fondo sur.

Tampoco olvidará Poli Rincón su viaje desesperado a la Clínica Vistahermosa tras una entrada al tobillo de un defensor finlandés en un partido con la selección en Alicante. El delantero, histriónico siempre en sus lesiones, grita: «¡Me duele, esto sólo me pasa a mí!». El doctor Campos, que le acompaña en el trayecto hasta la clínica porque el médico de la selección se queda en el partido, le consuela: «Estate tranquilo que no hay rotura». Y no la hubo. Tras regresar al estadio, Rincón buscó por todo el Rico Pérez a Simón Campos para darle las gracias por el trato.

Exigente y una garantía absoluta en la medicina deportiva, chocó en ocasiones contra la terquedad de entrenadores y jugadores por jugar antes de hora. «Fue un innovador, dejó atrás técnicas obsoletas y estuvimos siempre a la última», coinciden los exfutbolistas Sala y Paquito.

Su salida por la puerta de atrás del club no estuvo a la altura de su inmaculada hoja de servicios en un Hércules que ya perfila para su centenario varios actos conmemorativos. Uno de ellos debería ser bautizar la enfermería del estadio con el nombre de quien mejor la trató: el doctor Simón Campos