Stéphane Emaná se mueve por las venas del Rico Pérez con pausa. Ha entrenado en la playa con sus nuevos compañeros y ahora, después de una ducha helada, le toca presentación oficial. La demora forzosa del acto no le preocupa. Su llegada genera expectación. El alcalde de la ciudad, Luis Barcala, presente en el estadio para retirar su abono junto a otros compañeros de la corporación municipal, quiere saludarle. El camerunés le tiende la mano. Intercambian deseos y parabienes en presencia del presidente del club, Quique Hernández, que bromea con ambos para hacer más digerible el trámite.

Sobre el césped, el futbolista africano acusa el calor. Una dosis minimalista de malabares para la foto y directo a la sala de prensa. Allí, con más testigos de lo habitual, empieza a escucharse la voz grave del delantero. Sabe que es el hombre, que sobre él caerá el peso de un dorsal que en los últimos años ha sepultado a todos los que lo han portado. «La presión añadida no me preocupa; al revés, me gusta. Sin ella se corre el riesgo de relajarse, y yo no quiero eso».

Emaná sortea las preguntas sin estridencias, sin levantar el tono, modulando un discurso sin grandes golpes de efecto. No quiere hablar de ascenso, pero deja claro que sabe que lo único que cuenta este año es ascender; no quiere hablar de cifra de goles, pero confía en rebasar los diez que marcó con la Pobla de Mafumet; no quiere hablar que ha llegado el momento de explotar como futbolista en Europa, pero ha aceptado la oferta del Hércules precisamente para eso.

Stephane Emaná reserva toda su energía para el campo. Allí jamás elude un contacto. De hecho, uno fortuito justo antes del descanso con el portero del filial del Sevilla le provocó una fractura distal de la clavícula que le obligó a pasar por el quirófano. Ocurrió en su primer día como titular con el Nástic de Tarragona, por eso resistió el dolor hasta el minuto 80, por eso se tragó su dolor. Luego vino su cesión al segundo equipo del Atlético de Madrid. Disputó 9 partidos, solo dos completos, y a pesar de ello anotó dos tantos. Ni rastro de molestias, así que el delantero camerunés lo tiene claro.

«Llevaban interesados en mí bastante tiempo y ha llegado la hora de corresponder a esa confianza. Estoy en el club idóneo para poder hacer cosas grandes». No es una frase hecha, no es un formalismo propio del entorno en el que se halla, es la palabra de un futbolista que quiere demostrar y demostrarse que no es uno más, que sabe como dirigir sus pasos hacia la élite del deporte rey. Emaná termina de hablar, no hay más preguntas, resuena el silencio. Pasó el tiempo de las palabras, toca demostrar el instinto del goleador.