Los datos son tozudos. Por sí solos no bastan para encender las alarmas, pero sí anticipan lo que puede ocurrir. La prevención es la cura más efectiva, de ahí que no convenga pasar por alto los síntomas, unos que se aprecian a simple vista y no dejan lugar a dudas: al Hércules le hace falta un goleador. Después de cinco partidos de preparación, ninguno de los tres especialistas ha sido capaz de ver puerta. Ni David Torres, ni los Carlos, Martínez y Fernández, se han estrenado en pretemporada. Eso agudiza la urgencia de resolver un problema endémico que impide el desarrollo eficiente de los proyectos deportivos, arruinados por la falta de puntería de quienes están llamados a marcar diferencias.

La tesorería actual dificulta la contratación de un «9» de garantías, de un goleador, pero en la situación límite que vive la entidad cualquier especulación en la confección de la plantilla resulta fatídica. Invertir a medias no es invertir. El director deportivo, Javier Portillo, es muy consciente y así se lo ha intentado hacer ver a los propietarios, pero cuanto más se demore la operación, más costosa resultará. El plazo del mercado se agota y los primeros espadas, también.

El Hércules se ha enfrentado hasta ahora a un equipo de Primera (empató en Villarreal), dos de Segunda (derrotas con Albacete y Cádiz) y dos de Tercera (Rayo Ibense y Orihuela). A estos últimos es a los únicos a los que ha logrado superar. La igualdad ha marcado todos los encuentros de pretemporada, pero en ninguno se ha sido capaz de plasmar con goles la superioridad futbolística ofrecida sobre el césped. Pensar en un objetivo tan imponente como el ascenso (solo suben 4 de los 80 equipos que inician el curso en Segunda B) sin un realizador nato en tus filas es una quimera que jamás acaba bien y la historia reciente del club alicantino lo ratifica. Fichar un nueve de garantías no es un capricho, sino una necesidad. Ejecutarlo lleva implícito tomar decisiones incómodas, pero ninguno de los delanteros del curso pasado con contrato en vigor ha dado muestras de que vaya a cambiar su suerte este año. Carlos Fernández reapareció el miércoles en Los Arcos tras cuatro meses recuperándose de una lesión de rodilla.

Alcanzar su mejor pico de forma le llevará tiempo, justo lo que no le sobra al Hércules de Lluís Planagumà, que arranca con el lastre de dos precedentes funestos y la obligación de revertir de una vez esa inercia perniciosa. La fe en el exdelantero del Villanovense es absoluta en el seno del club; pero, después de más de un año como blanquiazul, no hay ni un solo detalle que transforme esa confianza ciega en garantía de éxito.

La presión se hace bola

A David Torres no le han ido mejor las cosas; de hecho, en pretemporada, ha prorrogado su enemistad con el gol. Lucir el «9» en una entidad como la blanquiazul exige tener una relación amable con la presión, saberla digerir sin que te acabe sepultando o haciéndote invisible. Torres y Fernández han demostrado que la metabolizan mal. Portillo debe decidir, por el bien del proyecto, que está por encima de lo demás, quién tiene que liberar su ficha para que la ocupe un delantero aún mejor que Carlos Martínez. Hasta ahora, han sido centrocampistas quienes han firmado los goles. Sumarles la producción de un «matador» resultará capital. El tiempo apremia, y la evidencia, también.