Cartas encima de la mesa. Comienza la partida, una que promete ser larga porque los intereses particulares de las partes en liza no convergen, más bien al revés. El Hércules se aferra a los números de Óscar Díaz para abrirle la puerta de salida y el delantero a la firma del contrato de dos años que rubricó el verano pasado. Dos ofertas ha recibido el delantero madrileño hasta la fecha, pero no le interesa ninguna. Ambas están muy por debajo de su caché y las dos, de Segunda B, implican abandonar la casa que tiene en propiedad en Elche, con el perjuicio económico que eso conlleva para el jugador, casado y con dos hijos. Las rechazó nada más oírlas.

Óscar Díaz sabe que no entra en los planes de la entidad, pero, a su edad (34 años) la idea no le quita el sueño. Él le insiste a su agente que puede cambiar el signo de las cosas. Ha iniciado la pretemporada como uno más, convencido de que si brilla en el periodo estival, al final, una de las plazas ofensivas será suya. Para eso deberá jugar partidos, sin embargo, ese particular imprescindible está en manos del entrenador, que, en principio, deberá defender los intereses de la dirección deportiva con la que proyectó toda la planificación de la temporada.

El exfutbolista del Mallorca aún no ha recibido la llamada del club para abordar el proceloso asunto de su rescisión. El contencioso sólo tiene tres posibles vías para ser resuelto. La primera, el Hércules le abona íntegramente la liquidación que figura en la cláusula del contrato del futbolista (que también incluye una en sentido contrario que refleja la cantidad a abonar por el futbolista en caso de romper éste el vínculo de forma unilateral); la segunda, al delantero le llega un ofrecimiento que le interesa y negocia amistosamente su carta de libertad; y la tercera, la peor para todos, el atacante acepta su condición y acude a trabajar cada día sabiendo que no jugará ni un sólo partido en todo el año, algo que a su edad, no es precisamente una carta de presentación con vistas al futuro si desea no colgar aún las botas.

El negociado futbolístico de Juan Carlos Ramírez fue quien propuso la contratación del delantero madrileño el año pasado. En el vínculo que se terminó sellando figura una penalización de liquidación que recoge el ímporte íntegro de las cantidades que le restaran por percibir al futbolista en el momento del despido. Otros jugadores del equipo no tienen el mismo modelo contractual y despedirlos sería menos gravoso, pero éste no es el caso.

De las dos ofertas que ha rebido Óscar Díaz, la mayor, la que le llevaría al norte del país a un equipo del Grupo II, apenas supera los 60.000 euros brutos, un sueldo que puede ajustarse a la realidad más cruda de la categoría, pero no al caché que deviene del currículum vitae del madrileño.

El atacante, como cualquiera en su situación, hace números y las cuentas no le cuadran. Vivir lejos de casa supone alquilar otra vivienda, trasladar a la familia, mudanza... Eso complica todavía más la marcha de un profesional que ni siquiera tiene ese fuego interior de quien debe labrarse una carrera en este deporte y prioriza los minutos por encima de cualquier cosa. El ariete blanquiazul, para mal o para bien, está en la recta final y es consciente de ello.

Superior categoría

El curso pasado se decantó por la oferta del Hércules precisamente por garantizarle dos años y estar al lado de su casa. Tuvo la opción, según expuso él mismo en su presentación como blanquiazul, de irse a otros equipos de superior categoría, incluso a la India por más dinero.

Ahora, después de un año malo de todo el equipo en el que él, a título individual, no ha respondido a las expectativas, la tornas han cambiado. La llegada de Carlos Martínez hace imposible que todos los delanteros con contrato continúen. De hecho, la lógica dice que si, como todo hace indicar, llega un segundo refuerzo en la parcela ofensiva, Díaz no será el único con el que haya que sentarse a hablar de rescisión, son gajes del oficio y antes o después, llegan.