Mientras se almacenan cábalas en torno a lo que lo que cuece, puede cocerse o se cocerá con el futuro del Hércules, Enrique Ortiz ha dejado caer en círculos cercanos que no tiene intención de soltar el mando «haya que litigar lo que haya que litigar» con el alcalde, el ayuntamiento, el IVF o el sursum corda. Hasta ahí, nada sale fuera del guión. No hace tanto se le escuchó confesar que se había ennoviado con el Hércules hasta tal punto que, costara lo que costara, nada ni nadie le iba a separar de esa pareja. Ante esa declaración de amor, el gran interrogante se abre y se cierra abarcando pocas palabras: ¿Y para qué? ¿qué sentido tiene mantenerse unido a quien no prestas atención?
Hundidos en la parte baja de Segunda B, llegados a tal punto de miseria entre andanadas por el poder y declaraciones de amor, aquí lo que queda claro es que o se cambia el rumbo o, a este acelerado paso, Ortiz sólo va poder lucir a esa «novia» en un féretro, cual Juana la Loca con Felipe el Hermoso. O se lo toma en serio o tendrá que explicar mejor por qué se empeña en mantener a la fuerza ese noviazgo enfrentándose a todo el que quiera apartarle de ese «amor». Si no es capaz siquiera de marcar un rumbo sin regateos, sin excusarse en Juan Carlos Ramírez con el pago fifty fifty, y aportar sin amagar los recursos necesarios para vestir al Hércules como corredor destacado en esa pista bodrio por donde discurre la tercera categoría del fútbol español, qué otra cosa cabe esperar.
Tal y como camina este club enfermo, cada vez son más los que prefieren verlo agonizar en soledad, aunque quede abocado a la muerte segura, que mantenerlo entre sus cuidados.
Dani Barroso
El director deportivo sabe mejor que nadie que este año acabará en la cuneta si el Hércules no da el salto hacia Segunda. Puede tomarse su tiempo buceando por el mercado, pero sólo el justo y necesario para asegurarse por dónde apuntalar el plantel que, visto lo visto, precisa más cosas de las que posee. Su proyecto está en juego, y su continuidad, también, así que no sirven componendas ni dudas. Toca actuar, señalar la herida, buscar la venda e ir a por ella. O acabará engullido y será el primero en sangrar.
Portillo
Decía Oscar Wilde que el egoísmo verdaderamente inteligente consiste en procurar que los demás estén muy bien. 'Para que, de ese modo, uno esté algo mejor'.
Javier Portillo arrastra demasiado déficit para revertir su situación personal. A no ser que se empeñe en mantener una venda en los ojos, debe asumir que si hoy por hoy sigue vinculado a la entidad no es por sus goles ni por su aportación en el terreno de juego. Y ahora, más que nunca, resta en lugar de sumar. La situación es la que es, el Rico Pérez juega abiertamente en su contra y eso perjudica al equipo y arrastra al cuerpo técnico.
Ante una situación de tal calibre debería ser él mismo, dada su posición, quien diera un paso el costado anunciando que con ese panorama no puede permanecer más allá de fin de año.
Pretender salir del trance con el manido recurso de «seguir trabajando más intensamente para revertir la situación» ya no cuela en este cuarto, porque la historia ha llegado demasiado lejos, probablemente a un punto de no retorno. Todo lo demás es engañarse a sí mismo y plantarse al lado del egoísmo mal concebido.Nada que ver con el que destacaba Wilde.
Abonos
Se está esperando una luz verde en forma de resultado positivo en la Liga para parchear la fallida campaña de abonos de esta temporada. Se da por seguro que los dos partidos fuera de abono van a desaparecer y que habrá alguna prebenda para esos 4.500 sobre los que el amor pesó más que el hastío. Pero tampoco estaría de más reconocer el error y anunciar, entre otras cosas, que la fidelidad nunca más volverá a pasarse por alto. La imagen de víctima maltratada no fue bien aprovechada. Las pruebas son concluyentes.
