Un punto entre la nada. El Hércules se mantiene estancado en este inicio de Liga, con la pólvora mojada y el lápiz averiado. Sin diseño futbolístico ni cuajo en el centro del campo, el conjunto de Herrero queda a expensas de la seriedad defensiva para sacar la cabeza fuera de la derrota. Seis puntos de dieciocho posibles, dos goles en seis partidos, tres empates consecutivos fuera de casa sin anotar un solo tanto no etiquetan, ni de lejos, a un cuadro ganador. Cierto es que que queda un largo trecho, tan cierto como que lo que se ve dista mucho de lo que se desea.

Frente al Barça B, el Hércules sufrió más que disfrutó. Y el rival azulgrana, de buen toque pero imberbe, no es de los que ha iniciado la competición con los colmillos afilados.

Hubo que esperar media hora para ver al Hércules abandonando el sofá de la trastienda, lugar donde el filial le colocó, anulando, de paso, toda capacidad para oler la pelota. Sin chispa, apagado, superado y dócil, el cuadro alicantino se mantuvo helado durante mucho tiempo, incapaz de transmitir electricidad. Un solo remate de Yeray que obligó a lucirse a Ortolá queda escrito en la libreta del partido en versión herculana, con pocos argumentos para lucir desde la posición del mediocentro hacia arriba.

Sin remate, con Portillo poco participativo y negado ante la puerta enemiga -tuvo una buena ocasión ante el meta, pero sigue sin estar fino- al Hércules no le quedó otra que aumentar el sacrificio físico para igualar una contienda que pintaba mal.

Únicamente la aceptable labor de la gente de atrás, con Alex comandando al zaga y Peña frenando incursiones, aportó respiro hasta igualar una batalla que se equilibró en la última fase del primer periodo.

Ramplón, poco dado al diseño e inútil ante el marco contrario, el bloque alicantino plasmó desde bien pronto que su mayor premio en Barcelona no podía ir más allá del empate.

Al cuarto de hora, Dongou se plantó en dos ocasiones ante Chema con toda la intención para dañar. El camerunés se quedó a medias con un intento de vaselina que no logró superar a Chema y con una deficiente definición tras ganar por primera y última vez la espalda a Alex Muñoz.

El ímpetu blaugrana se fue desvaneciendo con el paso de los minutos. Torpe para firmar con buena letra lo que era capaz de crear en la antesala.

El Hércules acabó la primera parte mejor que la inició. El Barcelona B perdió fuelle y los alicantinos salieron de su cueva con esfuerzo, pero sin convicción.

Portillo llegó tarde para empujar con la lanza dos balones en el área chica. Sin la chispa del goleador que convierte en habanos las colillas que caen por la zona de definición, el de Aranjuez acumula ya demasiados minutos sin aportar.

Con todo, el equipo experimentó una ligera mejoría que encendía una luz de cara al segundo periodo. Falsa alarma. La segunda parte evidenció de nuevo las carencias anteriores. Únicamente la firmeza en la línea de atrás mantuvo en pie al Hércules en Barcelona, con Rojas más entonado, Alex en su línea y Peña soberbio, además de Chema, que transmitió seguridad y firmeza.

Sin determinación ni pasión, el Hércules volvió al cauce equivocado. A todo eso, Gato se lesionó con un esguince que le hace ser duda para el próximo domingo. El jugador más determinante del equipo de cintura hacia arriba se perdió de nuevo por la banda. El hombre que más ha rematado entre los tres palos desde que se inició la competición se pierde por los costados intercambiando posición con Nieto, demasiado lejos de las líneas de cal que delimitan el cuadrilátero donde se define.

Así, el encuentro que tenía que marcar la pauta para regresar al camino que se marcó en la primera jornada acabó arrojando más sombras. No consuela el hecho del punto arañado. Al Hércules le cuesta marcar goles y no alcanza para ganar partidos tibios que se enredan.

El equipo de Gerard López corrigió en la reanudación sus dudas con un juego más frontal, pero tampoco le alcanza con la pólvora que tiene arriba. El fútbol del Barcelona B recuperó cierta electricidad, profundidad, ambición, pero nunca el acierto necesario para batir a Chema, que borró con autoridad toda sombra de peligro cuando se le requirió su presencia.

Tocado físicamente el Hércules (Cuevas salió entre calambres y Peña también tuvo que ser atendido), Herrero no se atrevió a sacar a Mariano al campo hasta la recta final. El cambio aportó poco. Significativo fue que hasta el propio Chema decidiera arañar segundos con el balón en su poder dando por bueno un empate que no saca de pobre al equipo.

Así se llegó al final, sumando un punto que no alcanza para lavar la imagen. Las carencias siguen ahí, evidentes. Para el que las quiera ver, para el que tenga voluntad de subsanarlas.