«Escupo sobre ETA, me dan asco. Van de salvadores y solo son una banda de asesinos cobardes. Escupo una y mil veces sobre todos y cada uno de ellos». La frase, llena de rabia e impotencia, salió de los labios de Manu Zamora el 20 de enero de 1993, durante la dura y sangrienta etapa de la banda terrorista, horas después de que el etarra José Antonio Olarra entrara en la sociedad gastronómica Gaztelupe, aprovechando el ruido de la tamborrada de San Sebastián, para descerrajar un tiro en la nuca de Josean Santamaría Vaqueriza, un exfutbolista vasco que, al igual que Zamora, defendió la camiseta del Hércules durante varias temporadas a principios de los años setenta. El estado de miedo que sobrevolaba por la sociedad vasca no entró en la piel de Manu Zamora, que sin pelos en la lengua, desde Bilbao, soltó todo tipo de improperios sobre la banda terrorista a todo medio de comunicación que le preguntó acerca del asesinato de su amigo.

Ese era Zamora, un vasco de ley, honesto y valiente, que llegó al Hércules procedente del Athletic, harto, como tantos otros, de ser el suplente de Iríbar. Se lo dijo en la cara al propio "Chopo" antes de dejar Bilbao: «Me voy de aquí porque tú no agarras ni un catarro». Y aterrizó en Alicante de la mano de Ignacio Eizaguirre, un entrenador que apareció por La Viña en los primeros años de la presidencia de José Rico Pérez.

Zamora y Humberto se fueron repartiendo la titularidad en ese periodo de la década de los setenta que acabó con ascenso a Primera División en 1974 con Arsenio Iglesias en el banquillo. De hecho, antes de comenzar esa última temporada fue el propio Arsenio quien frustró el traspaso de Zamora al Elche, entonces en Primera, dado que contaba de lleno con el vasco para la titularidad por delante del paraguayo. Sin embargo, un error propiciado por un mal entendimiento con Eladio a la hora de despejar un balón ante el Linares en la sexta jornada de Liga (que dio el triunfo a los andaluces en el minuto 90) truncó la alargada racha de titularidad del guipuzcoano. Hasta entonces, Zamora había gozado de la confianza de todos y cuantos entrenadores pasaron por La Viña.

Antes de disfrutar momentos de gloria con el ascenso del 74, a Zamora le tocó bailar alguna danza peligrosa sobre la cornisa. La primera sobrevino el año de su llegada, temporada en la que el Hércules acabó jugando la promoción de permanencia en Segunda a doble partido ante el Cartagena. El vasco fue el portero titular en el encuentro bautizado como «la batalla del Almarjal», escenario cartagenero del partido de vuelta en el que el Hércules acabó asegurando la permanencia tras empatar a un gol con arbitraje de Herencia Jurado.

Aquel encuentro quedó inmortalizado en dos imágenes: Una, captada por el fotógrafo de INFORMACIÓN Perfecto Arjones, en la que un aficionado queda apostado en la banda con los brazos atrás sujetando una piedra de considerables proporciones; la segunda estampa retrata a dos exaltados invadiendo el terreno de juego y encarándose a Zamora con intención de agredirle en los instantes finales.

La imagen, que también fue captada por un cámara, deja entrever un breve diálogo entre ultras y portero. Hace unos meses, le pregunté a Zamora si recordaba qué estaba hablando con ese par de hinchas exaltados del Cartagena: «Que el árbitro estaba a punto de pitar el final, que el resultado no iba a cambiar y que si no salían echando leches del campo les iba a dar un mamporro que les dejaría huella», me aclaró sin titubear.

Hombre de club, de carácter alegre y extrovertido, protagonizó innumerables anécdotas en el vestuario herculano durante su etapa. En una de ellas llevó a la desesperación al propio Arsenio Iglesias, que un día entró en la caseta justo en el momento en que Zamora, entre bromas y la inoportuna rotura de una goma elástica, desparramó por el aire un fajo de billetes de mil, quinientas y cien pesetas que minutos antes y en concepto de prima por ganar un partido le había entregado el gerente, Vicente Compañ, para repartir entre los compañeros. En ese instante Arsenio soltó otra vez el grito de «Zamoraaaaa, a la puta calleeee» que en más de una ocasión repitió al ver al vasco encima del larguero observando el partidillo de los jueves, harto de que el balón no se acercara por su área.

Juan Manuel Zamora Etxabe. Nacido el 27 de noviembre de 1942 en San Sebastián, falleció ayer en Salou tras años de dura batalla contra el cáncer.