Ni el notable vigor mostrado ni las numerosas ocasiones creadas sirven al Hércules para solventar compromisos esquivando sufrimiento. La angustia está en el adn de este club, al que le cuesta dios y ayuda perforar el cuerpo del enemigo aunque éste quede una y otra vez ante el pelotón de fusilamiento. Volvió a suceder ayer ante el Zaragoza B, un rival que llegó a Alicante con el descenso consumado y promesa de prima de terceros, según el comentario que corrió por el palco. Ante el filial maño, el Hércules coqueteó con el desastre a sabiendas de que el Lleida había ganado al Reus, resultado que, en caso de no superar al enemigo del Ebro, dejaba a los alicantinos fuera de la fase de promoción a falta de una jornada para la conclusión.

En ese baile sobre la cornisa tuvo que capear el Hércules, que de salida se vio obligado a dejar a su mejor hombre, Chechu, en el banquillo, aquejado de una contractura que aconsejaba no arriesgar a no ser que fuera estrictamente necesario. Desmaquillado por esta ausencia, Herrero ocupó la banda con Quero y c0nfió la batuta a David González, que se emparejó con Miñano en el intento de tocar el violín por el centro.

Fue Quero el primero en probar a Sergio, un guardameta que ayer labró camino a ojos de un entrenador que le tenía de suplente. El pequeño delantero del Hércules mostró el mejor detalle técnico desde que llegó a Alicante controlando al tiempo que se acomodaba un balón para ejecutar una preciosa vaselina que mereció la mejor de las recompensas. Desgraciadamente, lo que hubiera sido el mejor gol de la temporada se quedó en un beso de la pelota al larguero. Una pena. La acción, a los diez minutos, revolucionó el motor herculano. A partir de ese momento se intensificó el dominio y se llegó a la otra orilla donde de nuevo la falta de pegada decisiva comenzó a desesperar. Ocasiones se sucedieron para todos los gustos con distintos protagonistas (Quero, Atienza, Portillo, Casares, David González, Miñano...) e, incluso, un penalti claro por manos dentro del área de un defensor aragonés que impidió el remate de Portillo. El asunto, no obstante, es que se llegó al descanso sin mover el marcador y sabiendo que el Lleida había ganado al Reus en el minuto 88, dato que enviaba a galeras a los herculanos.

Despegó el Hércules en la segunda parte con las llamas a la espalda. Enérgico, vigoroso, con Miñano a la corneta y Portillo de agitador, no tardaron en aparecer las mejores ocasiones del encuentro. Un tormento para el Zaragoza B, que siguió con las filas prietas y el portero inspirado.

El Hércules se olvidó de la pausa y comenzó a martirizar a a su oponente. Lo padeció el filial maño, incapaz de echar el lazo a Casares, que fue a más y acabó asfixiando a los rivales.

Antes, fue Miñano quien optó por el cañonazo en lugar de toque dócil para ajustar un balón servido en bandeja por Portillo dentro del área. A Sergio le bastó con poner los brazos para repeler la bala en ese tiro al muñeco. Acto seguido fue Casares quien lamió el palo largo.

Para entonces, Herrero ya había decidido colocar más leña. Decidió arriesgar sacando al «tocado» Chechu (que solo duró 20 minutos) y apostó por la magia de Cuevas. El jerezano sacó de la chistera una asistencia genial con el cartabón en la mano en busca del preciso desmarque de Casares, que tras colarse entre los centrales buscó la mejor opción: servir una bandeja clara a Portillo que el de Aranjuez no desperdició (1-0, m.66).

Pese a disponer de más opciones para sentenciar y tranquilizar a la parroquia, la sangre de la grada se heló con un gol del Zaragoza B anulado por un fuera de juego por pocos centímetros.

Con la agonía de casi siempre, el Hércules caminó hacia el final dando un gran paso. Pero ojo, todavía falta otro.