Falcón puso la primera piedra y Assulin arrancó a bailar. Por ahí cimentó el Hércules el triunfo en Alcorcón, ese antipático rival que hasta ahora siempre se había cruzado para mal en el camino del club alicantino. Pero ayer fue diferente. Tras escenificar un primera acto equilibrado, el Hércules acabó dando imagen de solvencia, la mejor, sin duda, ofrecida hasta el momento en terreno enemigo. Nada hay que objetar al inapelable triunfo de un bloque que camina compacto, reconocible en el campo de batalla, armado con solvencia por una medular donde Héctor Yuste y Sissoko conforman un cinturón de fuerte hebilla. Para redondear el trazo, ayer debutó con notable Carbonell, un central que se apretó los machos y, tras un inicio nervioso, ayudó mucho ajustar el candado en la puerta trasera.

El canterano fue, junto a Falcón y Assulin, el gran protagonista de un partido marcado por la seriedad y el orden.

Fue Falcón, el esperado, el deseado, el solvente guardameta que ayer cumplía cien encuentros con la camiseta herculana, quien dio el primer gran empujón hacia la victoria final. Ágil como en sus mejores tiempos, el cancerbero detuvo un penalti en el primer minuto de la segunda parte a Pacheco, al que le tembló el pulso frente al gaditano que, felino, adivinó el lugar elegido para desviar el lanzamiento desde los once metros.

Tal y como hizo el año pasado ante el Castilla, amargando a Jesé, que marró dos penas máximas ante el portero herculano, Falcón arañó la moral del bloque alfarero y metió más al Hércules en el encuentro. Apareció la ley del penalti, esa suerte futbolística en la que la víctima puede convertirse en verdugo.

Los de Hernández ganaron en ambición tras la estelar acción de su cancerbero que, como todo el equipo, se vino arriba.

Antes de ello, durante la primera parte, el grupo blanquiazul repartió golpes y dominio con el anfitrión. No se vio excesiva gracia futbolística en esa primera fase, pero sí un guión reconocible. El Hércules batalló para marcar el terreno y no se le empinó nunca el camino. Se abrochó en defensa, donde la ordenada línea de atrás contó con el escudo del doble pivote, y se manejó por delante, aunque sin sacar el florete en los metros finales. Únicamente dos acciones con el exherculano Javito como protagonista alertaron a la zaga alicantina. Poca cosa. El cuadro blanquiazul sufrió su contratiempo con la lesión de Eldin, un jugador clave en el esquema ofensivo, que pidió el cambio en el minuto 38 por una dolencia muscular. Fue sustituido por Ferreiro.

La miga apareció en el segundo tiempo. Una mano en el área de Peña, involuntaria pero que cortó la trayectoria de la pelota hacia el área, fue castigada con penalti. Pacheco tuvo ante sí la oportunidad de acabar con la sequía de su equipo, pero apareció Falcón, ese portero que en este tipo de suertes suele sacar a relucir un sexto sentido, y desbarató la clara ocasión alfarera.

La acción movió el escenario, alteró el orden de las cosas. Empujado por el soplo de su portero, el Hércules aumentó de tamaño y trazó nuevas directrices en un choque que encontró más animación con la entrada en el campo de Gai Assulin.

El israelí, que sustituyó a Sugi (ayer más apagado), exhibió su mejor versión. Más amigo de la pelota que nunca, Assulin tocó el clarinete en las acciones ofensivas, desbaratando la posesión del Alcorcón, un rival que se arma a través de Sergio Mora.

El primer golpe en la nuca madrileña llegó por el costado. Una buena arrancada de Juanma Ortiz con centro medido al corazón del área, encontró el oportunismo de Portillo, que remató con convicción a la red (0-1, m.61).

El Hércules se movilizó por completo. Sacudió sin piedad y marcó las líneas para alejar la reacción alfarera, que, de nuevo, volvió a sentir el hierro con una brillante acción de Assulin, disfrutando como nunca antes esta temporada de un baile de salón con la pelota. Con unas cuantas zancadas y el cuero atado a la bota, el exazulgrana encaró a Babin, un central al que le vinieron de golpe todas las dudas del mundo. Así, con la seguridad de quien se ve superior a su marca, Assulin jugó con cuerpo y piernas para acomodar la pelota y enviarla lejos del alcance del portero madrileño. Un golazo. (0-2, m. 67).

La presencia del israelí hizo más vertical al equipo, que se sintió cómodo robando la pelota al enemigo y lanzando arreones para torturar en campo contrario.

Yuste, geométrico, deshizo la línea de creación madrileña; Sissoko, ordenado, aireó el juego. Y mientras tanto, el agua que pudiera escapar encontró otra presa con Ortiz, Peña, Carbonell, Pamarot y, nuevamente, el seguro Falcón, dispuesto a coronar su centenario con matrícula.

Miguel Álvarez, que había realizado un triple cambio, se encontró con el golpe del segundo gol y con la lesión de Serran, que salió del campo unos minutos y volvió a él únicamente para cubrir hueco, incapaz de correr.

El Alcorcón quedaba sentenciado, mucho más cerca de sufrir una derrota más abultada que de acercarse en el marcador, aunque a base de empujones intentó meter el cuero en la zona roja.

Entretanto, Assulin siguió a lo suyo, tejiendo con gusto. Pudo ampliar el castigo en una acción muy similar a la que deparó el segundo gol, pero su disparo se fue desviado.

Con el 0-2, Quique Hernández optó por anestesiar el encuentro. Dio el control a Javi Hervás para frenar el partido, si bien el Alcorcón disputó cada asalto. Al conjunto madrileño le falta pegada, pero no coraje. No se rindió y miró hacia Falcón, pero sin tino.

El Hércules, por su parte, pudo redondear una segunda parte notable con más goles. Además de Assulin, también Portillo pudo apuntillar al grupo local en una acción que acabó con la pelota llorando cerca de la línea de gol. Así pues, la segunda fase del choque acabó con un ejercicio paciente, bien construido.

Fortalecido con la ventaja de dos tantos, el Hércules ofreció seriedad para coser por detrás y alegría para inventar por delante.

Sin ser apabullante, el grupo herculano llegó cómodo al tramo final, sin un rasguño. Culpa de eso tuvo su portero, que marcó el camino en un peliagudo momento de la cita.

En Alcorcón se vio un Hércules serio. Y con un soldado más en sus filas: Carbonell. Otro producto de la cantera, de sangre herculana, que en esa valiente y necesaria apuesta dio la razón a los que se empeñan en que este club tenga futuro.