Le falta al Hércules ese punto de definición en el ataque que le debe identificar como un auténtico peso pesado en la categoría. Se hace difícil entender cómo se escapó un partido que debió registrar goleada tras una primera parte que, adornada con brío propio y concesiones rivales, deparó hasta media docena de ocasiones claras para cerrar el asunto y dedicarse a otra cosa. Pero no hubo luz en los metros finales y el Villarreal B no solo no cayó demolido gracias al poco tino herculano, sino que se creció viendo que estaba tocado por la diosa fortuna, sonriente por la ineficacia ofensiva de un Hércules que lo tuvo todo, no solo para ganar sino para golear. Puntualizo, todo menos lo necesario: La pegada.

La arriesgada apuesta defensiva del cuadro amarillo, con una línea de cuatro efectivos adelantada, favoreció el golpeo de un Hércules que encontró más balones para hacer daño de los que pudiera imaginar.

Debió aniquilar a su enemigo en poco más de un cuarto de hora y, cuanto menos, también pudo sacarle sangre en la segunda parte en otras cuatro acciones con Tote, Abel Aguilar y Carlos Calvo. Pero no hubo forma. Sea como fuere, su falta de acierto en el primer acto del encuentro le condenó, generando un estado de ansiedad que nunca debió aparecer.

El Hércules debió dejar resuelto el duelo en los compases iniciales. Caminó con más cuerda que el filial castellonense, que sirvió en bandeja hasta tres situaciones claras de 'uno contra uno', que Urko -en dos oportunidades- y Sanchón no supieron resolver. Se hizo de noche en los metros finales, sin acierto para encender la luz cuando solo restaba pulsar el interruptor.

La primera parte dejó muy buenas sensaciones en cuanto a fútbol, y malas vibraciones en lo que se refiere a la definición. A las ocasiones claras de Urko frente a Mariño se sumó otra con un remate de cabeza en el que el vasco lo tuvo todo a favor. Para completar el negro registro hubo dos cabezazos de Juanra y Abel al larguero.

Bajo el mando del colombiano en el centro del campo, el Hércules mostró bravura y predisposición frente a un rival con más habilidad para el rondo que para llegar a la meta de Falcón.

De hecho, el guardameta herculano apenas tuvo que intervenir, mientras que Mariño se convirtió en el héroe de los suyos, sobre todo al detener con las piernas ese disparo de Sanchón, que se le había colado de frente sin ningún otro jugador amarillo por enmedio. La acción, por clara, se embadurna con más demérito del atacante que con gracia del guardameta.

Lo mismo ocurrió con Urko. El vasco se marchó por piernas a las primeras de cambio, acomodó el cuerpo, pero se nubló cuando debía disparar frente al guardameta amarillo. En esa misma oportunidad (minuto 7), Míchel disparó seco junto al palo obligando el lucimiento del cancerbero.

El segundo acto empequeñeció algo más al Hércules. El partido tuvo más enredos, el conjunto local perdió pujanza, mientras que el Villarreal B ganó recorrido.

Por ahí se vio a un filial mejor puesto y más tranquilo que su adversario, al que le pasaron facturas las prisas para pensar.

Mandiá introdujo un doble cambio a falta de poco más de media hora: Debutó Gilvan Gomes y entró Tote, al que, sorprendentemente, en una decisión discutible, situó en el suelo del "9", aparcando la salida de Aganzo, el teórico elemento para esa plaza.

Curiosamente, nada más saltar al campo, el madrileño pudo mandar el balón a la jaula tras un pase horizontal de Calvo que el central Íñiguez le birló cuando se disponía a empujar.

Los castellonenses aumentaron sus prestaciones. Apretaron más los dientes en defensa y se mantuvieron bajo el manto afortunado. Entretanto, buscaron las cosquillas con alguna contra amenazante.

La desgracia se coronó en el minuto 80, con un gol de Jaume, instantes después de que Falcón evitara una diana en la misma línea, con un remate a bocajarro de un atacante amarillo.

Para entonces, Mandiá ya había sacrificado a Tiago buscando la pólvora de Aganzo, que sigue sin aparecer.

Las desgracias no acabaron ahí. El empate pudo llegar perfectamente en tres nuevas oportunidades claras de Abel, Calvo y Tote. Tanto el colombiano como el madrileño encontraron como último obstáculo a Lejeune y a Mariño cuando el balón buscaba el camino a la red. No había forma.

Enmedio de la desesperación, con todo el equipo volcado, el Villarreal montó un contragolpe rápido que no encontró efectivo herculano por detrás, lo que permitió a Porcar plantarse solo ante Falcón tras recorrer el campo y batirlo en el último suspiro del encuentro (0-2, m.92).

La lectura final se antoja impensable tras escrutar todo lo que se falló ante el portero rival. Para hacérselo ver.