Contaba Joseba Betzuen, aquel rentable centrocampista que llegó al Hércules procedente del Athletic a mediados de los setenta, que durante un almuerzo en Zarautz preguntó a Araquistain, portero vasco que militó en el Real Madrid, qué tenía Santiago Bernabéu para que todo el mundo, sobre todo los futbolistas, le idolatrasen. Araquistain no necesitó forzar mucho la memoria para satisfacer la curiosidad de Betzuen: "Militando en el Real Madrid", comenzó a responder, "me tocó viajar con el equipo a Milán para jugar ante el Inter un partido de la Copa de Europa justo la semana en la que mi mujer, embarazada, salía de cuentas. Me metí en el avión con la lógica preocupación, pensando que el parto iba a cogerme lejos de casa, donde mi esposa permanecía sola. Nada más llegar al hotel de Milán, impaciente, la llamé para conocer cómo iban las cosas: "¿Que cómo estoy? -me respondió- Mejor que si tú estuvieses aquí. Verás: Nada más irte, don Santiago ha enviado a una médico, a una enfermera y debajo de casa hay una ambulancia haciendo guardia por si me pongo de parto"". Acabado el relato, Araquistain sentenciaba a modo de moraleja: "¿Sabes cómo salí yo al campo del Inter? ¡A morder! ¡A dar todo lo que llevaba dentro!".

La anécdota contada por Betzuen definía las formas empleadas para manejar un club por parte de un presidente que fue santo y seña en el fútbol español y servía como carta de presentación y agradecimiento a la labor de Manolo Maldonado, directivo y mano derecha de José Rico Pérez en los 70 -década gloriosa del Hércules- cuyos trazos respondían fielmente al perfil del patrón madridista.

José Antonio, Varela, Baena, Albaladejo, Charles, Giuliano y el propio Betzuen se reencontraron el pasado lunes -algunos de ellos 35 años después- con Manolo Maldonado, tesorero y uno de los hombres fuertes del Hércules presidido por Rico Pérez, en el restaurante El Bocaíto de Alicante, en una cena que sirvió de improvisado homenaje para uno de los mejores directivos que ha tenido el club alicantino en toda su historia. Justo tributo para el hombre que "cuidaba hasta el último detalle" para que la maquinaria funcionase: De tener presente todos y cada uno de los aniversarios de las esposas de los futbolistas para enviarles flores a cruzar la península para asistir en San Sebastián al entierro del padre del defensa Santamaría o a coger un avión para compartir el dolor del canario Juanito en Tenerife durante los días siguientes a la muerte de su hijo.

Metido de lleno en la labor de corte y confección de aquel Hércules glorioso, Maldonado tuvo parte activa en sonados fichajes como el de Deusto o el del argentino Saccardi, este último uno de los mejores jugadores que ha vestido la camiseta herculana. "Viajé junto a Joanet a Buenos Aires para ficharle tras conocer por su agente que había que pagar 21 millones de pesetas (del 76) a Ferro. Allí nos cogió una huelga general, Benito regresó a España, y yo me quedé para cerrar la operación, que finalmente se concretó en 11 millones". "Recuerdo que la mujer de Saccardi se desmayó cuando le dijimos lo que iba a cobrar su marido en Alicante (alrededor de 2 millones de pesetas)".

Tampoco fue mal negocio el traspaso de Albaladejo al FC Barcelona, entonces presidido por Agustín Montal, que pagó 3,5 millones, cedió a Barrios y se comprometió a llevar a su equipo con Cruyff a la cabeza a la inauguración del Rico Pérez, que en 1974 dejó 46 millones de pesetas en taquilla.

Maldonado asumió el papel de enlace entre la plantilla y el presidente. Fue el rostro amable con capacidad para resolver los problemas. Por ahí le tocó capear también con los retrasos en los pagos y amenazas de plante en el equipo. Uno de ellos llegó con la plantilla concentrada en Polop. Una prima pendiente llevó al plantel a amenazar con dejar de entrenar. "Baena, como capitán, me lo comunicó", explicaba Maldonado, "así que a las cinco de la mañana me fui al Merengue, bar donde desayunaba Rico Pérez, para exponerle la situación. Tocaba hacer "inventos" con un talón que tenía que aprobar el Popular y pedir favores para pagar más adelante".

El anecdotario almacenado por el ex directivo no tiene fin. Un personaje central en su etapa herculana es Arsenio Iglesias, al que define como uno de los principales artífices de la época dorada. "Fue un técnico excepcional. Tuve una excelente relación con él". Por ello, Maldonado sufrió más que nadie por el reprobable gesto realizado por el canario Juanito, que al ser sustituido en un partido reaccionó escupiendo a Arsenio. "Me dolió. Yo tuve que ver en el fichaje de Juanito, que llegó del Barça, y con el que tuvimos muchos problemas puesto que había que salir por la noche para llevarlo a casa".

ANÉCDOTA

El señor, el árbitro y el gol de Nagy descalzo

El exquisito trato que Maldonado dispensó a los futbolistas se hizo extensible en la Federación y en el estamento arbitral, donde tuvo grandes amigos. En uno de los viajes siguiendo al equipo encontró al árbitro que iba a dirigir esa semana el partido del Hércules almorzando en un restaurante con directivos del club rival. Maldonado pasó por alto el dato y calló. Un año después, ese mismo árbitro dirigió un partido en el que el húngaro Nagy marcó un gol descalzo, al perder la bota segundos antes de culminar la acción. El tanto debió ser invalidado, pero el árbitro lo dio por bueno. Semanas después, directivo y trencilla coincidieron: «Es usted un señor», le dijo el colegiado, «y sepa que ese gol no lo podía anular, entre otras cosas porque fue un golazo».

PROTAGONISTA

Manolo Maldonado

Directivo del Hércules en los años 70

El directivo ejemplar

Manolo Maldonado Reig (Lorca, 1931) entró en la directiva del Hércules en 1971. Fue el brazo derecho de Rico Pérez, que lo incorporó a su equipo tras quedar como único candidato a la presidencia, una vez renunció a optar al cargo Vidal Massanet, en cuya lista figuraba Maldonado.