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Malasaña 32

Terror cotidiano en el Madrid de los setenta

Malasaña 32

s una película de terror que, más allá del susto, cuida a sus personajes y se preocupa por el componente humano. Una familia llega de un pueblo decidida a construir un nuevo y mejor futuro en el Madrid de 1976.

Los Olmedo han comprado un piso en la icónica calle Manuela Malasaña, y lo que pronto van a descubrir es que ese inmueble, la inversión de sus vidas, trae consigo una hipoteca sobrenatural además de la económica. Una mala decisión que pondrá en jaque las ilusiones, deseos y sueños de nuestros protagonistas que creían que sus problemas, así como la dictadura, habían quedado atrás. Se trata del segundo largometraje de Albert Pintó ( Matar a Dios, 2017).

«Sentí -dijo el director-que la cinta debía centrarse desde un principio en la historia de Amparo, una niña que saldrá de un pueblo y en la ciudad se hará mujer. Un personaje que durante el metraje deberá asumir la responsabilidad de sacar adelante a una familia que se queda sin herramientas y recursos ante un escenario totalmente nuevo y terrorífico. En ese marco incómodo y agobiante lo más importante era que el terror viniera de lo cotidiano, de lo español. Sentir que en el transcurso de la normalidad algo se truncaba y se volvía peligroso y maligno».

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