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El cinéfilo

Gloria Mundi

Política, amor y familia

Gloria Mundi

La nueva película del sindicalista cineasta Robert Guédiguian sigue moviéndose en un terreno marcado por la política, el amor y la familia. El protagonista, Daniel, sale de la cárcel donde lleva largos años encerrado y regresa a Marsella. Sylvie, su exmujer, le ha dicho que es abuelo; Mathilda, la hija de ambos, acaba de dar a luz a la pequeña Gloria. Todo ha quedado atrás, cada uno ha rehecho su vida? Al ir a conocer a la niña, Daniel descubre una familia reconstituida que lucha con todas sus fuerzas para no hundirse. Pero la mala suerte hace que se rompa el precario equilibrio. Daniel, que ya no tiene nada que perder, decide intentar lo que sea para ayudarles.

Realizada después de La casa junto al mar, Una historia de locos y El cumpleaños de Ariane, Guédiguian manifiesta que siempre ha creído que el cine debe emocionarnos a través del ejemplo para enseñarnos el mundo tal como podría ser, y a través de la observación para mostrarnos el mundo tal como es. «En otras palabras -precisó-, necesitamos comedias y tragedias a partes iguales para seguir poniendo en entredicho nuestra manera de vivir, y más aún en estos tiempos trastornados para seguir poniéndonos en entredicho y no sucumbir ante la ilusión de que nuestras sociedades son algo natural y que todo depende de la fatalidad».

En su opinión, hizo falta un siglo de luchas obreras para que entrara en la mente del ser humano la necesidad de compartir, pero esta comprensión se ha hecho pedazos en unos pocos años para volver a dejar sitio a la peor de las calamidades: la voluntad de cada uno de poseer lo que tiene el otro».

La crítica se deshizo en elogios y mientras Variety la calificaba de drama familiar «sincero, comprometido y agridulce», Screen International calificaba a Robert Guédiguian como «el Ken Loach francés».

Con casi 40 años de carrera, y títulos como Marius y Jeanette (1997), Las nieves del Kilimanjaro (2011) o La casa junto al mar (2017), el productor y realizador francés sigue dedicando sus películas a dar voz a quienes no suelen tenerla.

Con Marsella casi siempre como escenario, sus películas miran hacia los conflictos y carencias materiales o morales de la clase trabajadora; en esta ocasión, Gloria Mundi se sumerge en una familia tradicional, o lo que empieza a ser «tradicional» en muchas familias: hijos caprichosos, consumistas, perezosos y egoístas y padres mayores marcados por el sacrificio no siempre solicitado. Guédiguien suele trabajar siempre con el mismo equipo, guionistas y técnicos incluidos; Ariane Ascaride, su mujer, está en sus cintas desde la primera, igual que Gérard Meylan, álter-ego del director que aquí es el abuelo que regresa.

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