Nos muestra de nuevo las cualidades polifacéticas del cineasta mexicano Guillermo del Toro, que aquí ha dejado sus obligaciones esenciales en el cine para moverse en el terreno del guion y de la producción con evidente soltura. No olvidemos que su obra incluye dos óscars por La forma del agua (película y dirección) y títulos de la calidad de El laberinto del fauno y El Espinazo del Diablo, ambas con notable colaboración española. Del Toro nos traslada a 1968, a una Norteamérica que muestra los cambios que se operan en la sociedad en el aire que se respira. Pero el pequeño pueblo de Mill Valley está muy alejado de los disturbios en las ciudades. Allí, durante generaciones, la sombra de la familia Bellows ha ido creciendo. Fue en su mansión en el límite de la ciudad, donde Sarah, una joven con horribles secretos, transformó su torturada vida en una serie de historias de miedo, escritas en un libro que ha trascendido el tiempo. Historias que se tornarán reales cuando un grupo de adolescentes descubran el aterrador libro de Sarah.

Estamos ante un relato de terror extraído de la emblemática pero sumamente escalofriante serie de libros de Alvin Schwartz. La película cobra vida gracias a la colaboración del visionario equipo compuesto por Del Toro y el director André Øvredal, pero no se trata ni mucho menos de una antología de distintas historias. Es un único relato de un grupo de jóvenes inadaptados que deberán afrontar todos los miedos que se interponen entre ellos y el futuro.

Apodado a menudo el «rey de los monstruos», del Toro se ha dedicado desde hace tiempo a explorar las más altas cotas de imaginación y emoción que inspiran los relatos más oscuros. Le encantaban hasta tal punto los libros de historias de miedo que compró hace décadas varios bocetos de Gammell. Ahora, se sintió entusiasmado ante la oportunidad de crear algo nuevo con ellos. «Lo bonito de estas historias es que poseen el eterno atractivo de los relatos de los fuegos de campamento, que invitan a la gente a estremecerse juntos a la expectativa, incluso aunque los oigas una y otra vez», explicó del Toro. «En nuestra película, añadimos a la diversión que supone todo eso temas de amistad, creencia, compasión y la idea de que las historias pueden hacer daño, o pueden curar». Y a Øvredal le brindaba la ocasión de rendir homenaje a esas maravillosas películas de niños de aventura que formaron parte de su educación cinematográfica.