Resulta difícil describir con palabras cómo vivieron ese ataque terrorista. Mi esperanza es que la película pueda ayudarnos a comprender y a mostrar aún más compasión hacia los que, por un golpe fortuito del destino, quedaron atrapados en el caos cuando el mal se cebó con ellos». Así expresaba el director Erik Poppe sus sentimientos tras la inexplicable tragedia que asoló un país como noruega el fatídico 22 de julio. Sucedió en 2011, cuando más de 500 jóvenes reunidos en un campamento de verano dedicado a estudios políticos en una isla cercana a Oslo fueron atacados por un hombre armado de extrema derecha. Ese mismo día, unas horas antes había hecho explotar una bomba en un edificio gubernamental, antes de dirigirse a la isla Utøya. Sobre estos hechos reales, el cineasta noruego ha realizado una película de ficción en torno al atentado que conmovió a todo el país y a todo el mundo. Nunca en un país tan poco dado a la violencia o a los atentados, había tenido lugar algo semejante. De esta forma, el espectador conoce a Kaja (18 años) y a sus amigos. La historia empieza cuando los jóvenes, atónitos ante el atentado en Oslo, intentan tranquilizar a sus respectivas familias y amigos diciéndoles que están lejos del lugar de la explosión. De pronto, la calma se desvanece cuando oyen unos tiros. A partir de este momento seguimos a Kaja minuto a minuto mientras intenta sobrevivir en medio del caos.

Presentada a concurso del Festival de Berlín, la película aborda un día que nunca podremos olvidar, pero que difícilmente podremos entender. Según señaló el director, responsable de una filmografía de siete películas, entre ellas Mil veces buenas noches y La decisión del Rey, «tenemos mucha información sobre lo que ocurrió en el campamento de verano de la AUF (Liga Juvenil del Partido Laborista Noruego) gracias al juicio, los libros y los medios de comunicación. Pero la mayoría de nosotros sabemos poco del pánico y la confusión inimaginable que se desencadenaron, de las terribles decisiones que se vieron obligados a tomar los que estuvieron expuestos al ataque y del enorme miedo y dolor con el que todos los afectados deberán vivir el resto de sus vidas».

Utoya. 22 de julio está escrita a partir de testimonios y hechos conocidos, y es fruto de las conversaciones que mantuvieron con muchos supervivientes. Por respeto a las víctimas y a sus familiares, los personajes y las experiencias individuales son ficticios. Los medios han recogido con gran profusión el manifiesto del terrorista, el juicio y la sentencia. Poppe quería describir la batalla que libran estos jóvenes para sobrevivir a lo incomprensible y llamar la atención sobre las víctimas, las que murieron, las que sobrevivieron, sus allegados y sus familias.