Se tituló en principio El rey del bosque y es la tercera película de ficción, tras Loup y Belle y Sebastian del director galo Nicolas Vanier, nacido en Dakar, la capital de Senegal, un cineasta entregado en sus primeros años con la cámara al documental. Gran amante de la naturaleza, es también aventurero, escritor y fotógrafo y ha publicado más de cincuenta libros, ha realizado una veintena de expediciones y varios documentales que acercan al público su pasión por el aire libre y el respeto por la naturaleza y la humanidad. Para escribir esta cintar se inspiró en su juventud e incluso rodó en su pueblo natal, La Sologne. «Fue natural para mí regresar a casa para esta película, en este territorio que amo y donde desarrollé, siguiendo los pasos de mi abuelo, mi gusto por la naturaleza y mis conocimientos sobre el bosque y los animales».

En el París de 1930, Paul es un niño que siempre ha tenido el mismo horizonte: los altos muros del orfanato, un sombrío edificio en los suburbios de la ciudad. Pero un día le acoge una dama alegre de la campiña, Célestine, y su marido, Borel, un severo guarda de caza de una gran finca de Sologne. Paul, un niño de ciudad, descubre entonces lo que es un nuevo mundo para él, misterioso y salvaje. El inmenso bosque, los estanques brumosos, los páramos, los campos... todo allí pertenece al Conde de la Fresnaye, un viudo taciturno que vive solo en su mansión. El Conde tolera a los cazadores furtivos en su propiedad, pero Borel los acecha implacablemente y se esfuerza por lograr cazar el más astuto y huidizo de todos, Totoche.