En la bodega, en un sitio de gran relevancia, entre la zona tecnológica y la sala de toneles del Fondillón, tenemos colgadas tres fotos de tres personas que resumen los últimos tres siglos de liderazgo del vino de Alicante. La imagen que representa el siglo actual es la de Luis Miñano, la de Salvador Poveda Luz, mi padre, se corresponde con el siglo XX y el cuadro que simboliza a la perfección las glorias vinícolas del siglo diecinueve es la de Juan Maisonnave Cutayar (Alicante 1843-Madrid 1923).

Este prócer alicantino descendía de una de las cincuenta familias de origen francés que se instalaron durante el siglo XVII y XVIII en Alicante para negociar con el vino. Él mismo exportaba Fondillón a Europa. Su hermano Eleuterio Maisonnave, que le da nombre a la actual avenida, fue dos veces ministro, alcalde y líder republicano.

La gran aportación de Juan Maisonnave a la vitivinicultura española fue sin duda su defensa y consejo que desde su posición de poder político y administrativo hizo y le dio a los viticultores. Esta acción de mecenazgo culminó con la edición de un documento divulgativo, pagado de su propio peculio, impreso por miles y expuesto en todas las bodegas, cooperativas y sindicatos de la provincia de Alicante y Murcia. En este cartel editado en 1878, del que tenemos un ejemplar expuesto en la bodega, Maisonnave, haciendo gala de una prosa magnífica, empieza diciendo: «todavía nadie ha ganado el premio de un millón de reales que el gobierno francés ha prometido al que descubra un método barato y eficaz de combatir la filoxera» Por desgracia ningún procedimiento de los propuestos en el panfleto impidió que la filoxera arrasara todo el viñedo europeo, pero la iniciativa de Maisonnave ayudó y preparó a los agricultores para el gran cambio que se avecinaba.

Juan Maisonnave tuvo multitud de cargos, senador, embajador, diputado etcétera y emparentó con otras sagas del negocio del vino, primero O'Gorman y después O'Connor White. Fue precisamente un sobrino y heredero, Eleuterio Llorca O'Oconnor el que me contó que cuando los amigotes de Juan Maisonnave iban a Madrid a verlo y el bedel del senado no les dejaba entrar, le deslizaban una nota en clave para acreditar su presencia alicantina que decía así: «La figa ta mare» Lo que pasaba luego es leyenda.