Con este título entre optimista y presuntuoso se fundó a mitad del siglo XIX una bodega fabulosa en Monóvar. La nueva compañía fue una iniciativa de los hermanos Emilio y Luis Pérez Verdú, dos ricos herederos que procedían de familias vinateras y en los que recayó una gran herencia procedente de sus padres y de la bodega Pérez Albert y Cía. fundada por su tío en 1820. Esta circunstancia les hizo ganar el apodo de «Los Mayorazgos» y con ese apelativo se conoció popularmente la bodega. La instalación era una obra de ingeniera muy avanzada para su tiempo, con la entrada y descarga de la uva en varios «cups» a derecha e izquierda y con el suelo adoquinado de «cabirots», trozos de madera de roble a modo de adoquines para que nos se resbalaran los mulos. Dos grandes naves con toneles de vino y Fondillón flanqueaban un gran patio con zonas para la tonelería, licorería, vinagrería etcétera

El volumen de producción y comercialización era espectacular para el momento: dos millones de litros por año y la firma disponía de casa propia en Londres y Hamburgo. Fue tanto el negocio y la opulencia de la compañía que hasta encargó su propio himno musical titulado obviamente «La Sin Rival».

Arriesgadas operaciones financieras condujeron a Pérez Verdú Hermanos a una suspensión de pagos en 1908 y posterior quiebra y subasta de todos los bienes en 1915. Mi bisabuelo acudió a esa subasta y se gastó 50 pesetas en diversos toneles que hoy en día reposan en la Sacristía de Bodegas Monóvar.

La Sin Rival, comercializó muchos productos, Brandy, Ron, Vermuth, Bitter y hasta horchata. En su extenso catálogo destacan varios fondillones: El especial del año 1811, el extra de 1820, el muy fino de 1830, el especial para enfermos de 1865 y el de consagrar de 1867, todos ellos con precios altísimo que rondaban las 20 pesetas por botella, el mismo salario que cobraba un jornalero cada mes.