Es un thriller que parte de una pregunta, ¿en quién puedes confiar en tiempos de guerra?, que supone el regreso a la dirección cinematográfica de un Brad Anderson que se ha dedicado preferentemente a la pequeña pantalla pero que ha firmado, desde que debutó en 1995 con Frankenstein´s Planet of monster. Ha contado como protagonista al excelente actor Jon Hamm, ganador de sendos Globos de Oro a la mejor interpretación masculina en la serie de televisión Mad men en 2008 y en 2016 y se ha apoyado en la sólida cobertura literaria de Tony Gilroy, nominado al Oscar por el guión de la saga Bourne.

La historia de Beirut ya le rondaba a Gilroy en la cabeza antes de escribir los guiones de Bourne. Fue en 1991, cuando trabajaba en la comedia romántica Pasión por el triunfo, que Gilroy conoció al productor Robert Cort, que había trabajado como analista de la CIA. «Hablamos mucho sobre geopolítica y Robert me comentó que la historia de un negociador diplomático podría dar para una película fascinante», comentó Gilroy. «Por entonces, Beirut estaba en boca de todos porque acababa de salir el libro de Tom Friedman titulado From Beirut to Jerusalem. Nos pareció que podría ser interesante contar una historia ficticia sobre un negociador con un trasfondo político real, aunque no estuviera basada en hechos reales». Para escribir el guion, Gilroy se basó en algunos de los acontecimientos que ocurrieron en la ciudad, como el secuestro del jefe de la estación de la CIA William Buckley en 1984. «Me pareció que ilustraba bastante bien qué pasaría si secuestraran a un alto cargo de la CIA»", apunta Gilroy. «De hecho, encontraron el cuerpo de Buckley justo cuando estaba terminando el guion y salió en todas las noticias, así que me vino bastante bien en ese sentido. Es una historia horrible y dramática».

Durante el proceso de investigación, Gilroy fue descubriendo montañas de información que sirvieron de base para concebir acontecimientos que podrían haber ocurrido en el Líbano tres décadas antes. «Descubrí un montón de cosas interesantes. Por ejemplo, no tenía ni idea de que la OLP fuera tan compleja, tan jerárquica y tan corrupta. Tampoco conocía los rebuscados motivos por los que Israel quería entrar en el Líbano ni las vueltas que dio Israel para justificar la invasión de la zona. Sabía lo de la administración Reagan y que enviaron para allá a George Schultz, Oliver North y Robert McFarland, y lo de los acontecimientos que desencadenaron el atentado en la embajada de EE UU en Beirut».