Es la segunda entrega de la serie que inició Sicario en 2015, que dirigió el canadiense Denis Villeneuve, sobre la base de la novela de Taylor Sheridan, y que ponía de manifiesto que en la guerra contra la droga, no hay reglas. Cuando el gobierno estadounidense comienza a sospechar que los cárteles han empezado a introducir clandestinamente terroristas por la frontera norteamericana, el agente federal Matt Graver (Josh Brolin) recurre al misterioso Alejandro (Benicio del Toro), cuya familia fue asesinada por un capo de los cárteles, para intensificar la guerra de forma nefaria. Alejandro secuestra a la hija del capo para exacerbar el conflicto pero, cuando la chica pasa a quedar considerada como un daño colateral, su suerte se interpondrá entre estos dos hombres, mientras se cuestionan todo aquello por lo que luchan. «Alejandro se encuentra reviviendo hasta cierto punto lo que le sucedió a su propia hija», comentó del Toro, «y eso empieza a cambiar algo en él». La suerte de la joven, Isabela, está en el aire, lo que obliga a Alejandro y a Matt a enfrentarse entre sí, afrontando cada uno un dilema moral en mitad de una guerra contra las drogas que ellos mismos se están encargando de avivar. En última instancia, tendrán que acabar escogiendo entre la vida de la joven o ganar la guerra. «Provocan esa guerra, subestimando las posibles consecuencias», explicó el director Stefano Sollima, hijo del famoso cineasta Sergio Sollima. Para Villeneuve, la elección de Sollima fue una gran decisión: «Sollima ha hecho una magnífica continuación de Sicario. ¡Yo he alucinado!».