El director Nicolas Silhol quedó profundamente conmocionado por la ola de suicidios, más de una treintena, que tuvieron lugar en France Télécom entre 2010 y 2011. Descubrió que «la gestión a través del terror» realmente puede destruir vidas e individuos. El cinismo del comité de empresa de dicha empresa, que dijo que era hora de poner fin a «la locura del suicidio», le sorprendió particularmente, como si los empleados fueran responsables de su propio sufrimiento. En la película, vemos que Emille ha sido recientemente contratada por su superior, Stéphane Froncart, como jefa de recursos humanos de la multinacional Esen por su falta de escrúpulos. Su misión es conseguir que los empleados que la empresa ya no quiere, renuncien ellos mismos y así no ser acusada de despedir a cientos de trabajadores. La estrategia de Esen es crear una serie de circunstancias adversas al trabajador seleccionado para que, con el tiempo, presente su renuncia. Emille sigue el programa con total obediencia, hasta que un día, uno de sus empleados se suicida saltando desde la ventana de su oficina.

Estamos ante la opera prima del joven realizador galo Nicolas Silhol, que decidió hacer una película sobre este asunto tan delicado y trágico, sobre todo, por el tema de la responsabilidad. «¿Deberían responsabilizar a los que hacen el trabajo sucio? ¿Deberían culparlos por la muerte de un empleado que estaban tratando de desmoronar? La complejidad de estas cuestiones legales y éticas fue lo que me motivó a escribir la película», declaró el cineasta. El personaje de Emille, la protagonista, se basó en entrevistas con un verdadero gerente de recursos humanos. «Después de contarme -dijo- que había presionado deliberadamente a los empleados para que abandonaran la empresa, dijo sin rodeos: "Ya no seré parte de esto jamás". Para mí fue muy convincente y valiente decirlo. Era una afirmación que indicaba que estaba rompiendo con el sistema».