Giacomo Casanova, (Venecia 1725-Dux 1798). Conocido por su fama de conquistador, escribió muchas obras literarias de las que destaca sin duda «Historia de mi vida 1725-1786» una suerte de aventuras amorosas por toda la Europa de su época.

Casanova, a pesar de ser veneciano, escribió su gran obra en francés y él mismo justifica esta circunstancia en la introducción aduciendo al carácter universal y el prestigio que la lengua francesa tenía en ese tiempo.

Hijo de comediantes y de pobre infancia, estuvo sin embargo de adulto anclado a la nobleza y con astucia e inteligencia se procuró de ésta para obtener los mejores placeres en la cama y en la mesa.

Recientemente he podido leer la versión original en francés y he disfrutado mucho. Casanova se pasó la vida huyendo de la policía, de los pardillos a los que desplumó en juegos de naipes, de maridos celosos y de amantes despechadas. No era un depredador de los que hacía muescas en la culata de sus conquistas, sino que su enamoramiento era sincero aunque solo le durara unos días. Tiene un punto enternecedor. Acostumbrado a beber buenos fondillones en palacio y en las alcobas de sus amantes ricas, Giacomo se enoja cuando llega a la capital del reino y escribe:

«En todo Valencia, me dijo Mareschaldi, no hay un solo lugar donde un extranjero pueda decentemente ofrecerse un refresco ni reposar un rato. Las tabernas están sucias y son poco sanas; la gente que allí se encuentra es innoble y despreciable y el vino detestable. A los mismos españoles que en sus propias casas beben buen vino, éste les parece un brebaje y solo beben agua en estas tabernas». «¿y porqué, le repliqué, que en un país que produce vinos deliciosos, en una ciudad cerca de Alicante y Málaga, no se pueda encontrar un vaso de vino potable?».