La «aventura» comienza cuando la mujer de Gregorio, un banquero muy conservador, muy del Madrid y muy gruñón, fallece repentinamente y se ve obligado a cumplir su última voluntad: Pasar un fin de semana con sus hijos y sus parejas en Sanlúcar de Barrameda para esparcir sus cenizas en el Guadalquivir. Aquí es donde empiezan los problemas para Gregorio, ya que su hija Sandra está casada con Jordi, un catalán muy culé, que quiere llevar a su futuro nieto a un colegio bilingüe catalán-inglés en Barcelona, y al que el patriarca, por supuesto, no soporta. Su otra hija Alicia, está saliendo con Leo, un hippy antisistema al que Gregorio tampoco puede ni ver y Carlos, su hijo pequeño, con el que lleva seis meses sin hablarse desde que salió del armario, se presenta con su novio Eneko, un vasco de origen senegalés, un yerno que Gregorio jamás imaginó tener. Un viaje multicultural disfuncional como cualquier otro, en el que tendrán que aprender a aceptarse los unos a los otros, con sus virtudes y defectos.

La cinta ha surgido de las ganas del director, Alvaro Díaz Lorenzo, de escribir una comedia del estilo Pequeña Miss Sunshine o Mejor Imposible y la historia gira alrededor de un padre que descubre lo disfuncional que era su familia tras la muerte de su esposa, quien era la verdadera argamasa que unía a todos sus miembros. Gregorio es un padre que se lleva mal con las parejas de sus hijos. Ninguna se ajusta a su idea de yerno perfecto. A saber: un catalán independentista, un hippy antisistema y un vasco, que además es negro. Y además es gay. Es su mujer, María, la que hace que la familia se mantenga unida. Pero al fallecer expresa sus últimas voluntades, que pasan por esparcir sus cenizas en el Guadalquivir. La familia emprende pues el viaje que en realidad son dos; uno físico, de Madrid a Sanlúcar, y otro emocional, donde todos aprenderán a aceptar las diferencias que hay entre ellos.

Es el tercer largometraje del director Alvaro Díaz Lorenzo, que debutó en 2007 con Café solo o con ellas y que en 2014 dirigió La despedida. Para el director, la película es una catarsis familiar. «Una historia del corazón -indicó- donde podemos recordar cómo nos necesitamos los unos a los otros, y aunque no elegimos a nuestra familia, son los que siempre nos hacen sentir en casa y nos quieren por encima de todo. Después de haber hecho Café solo o con ellas con el productor José Manuel Lorenzo, queríamos repetir la experiencia y hacer otra película. Y surgió esta comedia fresca, familiar y veraniega».

Una comedia, en suma, que, a juicio del realizador, habla de esas discusiones y tensiones familiares que todos tenemos, de esas cenas navideñas interminables en casa de tu suegra, de esos domingos en la playa con tus cuñados o de esos cumpleaños de niños que casi ni conoces. Pero también habla de que al final del día uno se da cuenta de que por encima de los prejuicios, las rivalidades y las enemistades absurdas está la familia, ese grupo de personas que aunque no eliges es el que te hace sentir en casa y te quiere por encima de todo.