Es solo el segundo largometraje del director británico Rupert Sanders, que debutó en la pantalla grande en 2012 con Blancanieves y la leyenda del cazador y se basa en la famosa serie de dibujos manga de Kodansha Comics, escrita e ilustrada por Shirow Masamune en 1969.

Se desarrolla en un futuro próximo, en el que Mayor (incorporada por Scarlett Johansson) es la primera de su especie, una humana, cuya vida fue salvada tras un espeluznante accidente y que ha sido sometida a un proceso de ciber-regeneración gracias al cual se ha convertido en el soldado perfecto consagrado a detener a los más peligrosos delincuentes mundiales. Ante las nuevas cotas de paroxismo alcanzadas por el terrorismo, que es capaz de apoderarse de la voluntad de las personas y someterlas a sus designios, Mayor se convierte en el único medio de detener el avance del mal. Pero mientras se prepara para enfrentarse al nuevo enemigo, Mayor descubre que lo que cree saber sobre su pasado es una burda mentira: su vida no fue salvada, fue robada. Nada la detendrá para recuperar su pasado, averiguar quiénes le han infligido ese tormento y detenerlos antes de que repitan la operación con otros humanos.

A lo largo de las tres últimas décadas, la popularidad de Ghost in the Shell no ha dejado de crecer, a medida que los temas esenciales en torno a los cuales gira la saga iban cobrando cada vez más relevancia. «Es una historia aleccionadora sobre los aspectos oscuros de la tecnología», dice el productor Avi Arad, fundador de Marvel Studios. En su opinión, Ghost in the Shell: El alma de la máquina plantea interesantes dilemas filosóficos en un entorno futurista, pero también resulta relevante para muchas cuestiones de rabiosa actualidad. Se centra en los elementos que nos definen como personas, nuestra historia en contraposición a nuestras acciones. Y lo hace en el contexto de una gran película de acción cargada de emociones».

La película comenzó su largo periplo hacia la gran pantalla cuando Arad planteó el proyecto a Steven Spielberg, tarea para la que contó con una ayudante imprevista, la hija del realizador, que sabía todo lo que se pueda imaginar acerca de Ghost in the Shell. Fue ella la que convenció a su padre y la que contribuyó a poner en marcha el proyecto. De este modo, en 2008, Spielberg y DreamWorks adquirieron los derechos para rodar la primera versión con personajes reales. Durante los ocho años siguientes tuvo lugar una meticulosa tarea de elaboración del guión adecuado, localización del director idóneo y selección de los protagonistas ideales.

Los productores seleccionaron al británico Sanders para ponerle al timón de este ambicioso proyecto. Sanders estaba muy familiarizado con el primer largometraje anime de Ghost in the Shell, para el que tiene elogiosas palabras, puesto que considera que es un hito en la historia del cine moderno, gracias a la maestría con que combina el ambiente prototípicamente japonés con los temas más populares de la ciencia ficción. «La animación para adultos -señaló- es algo espectacular. Es lo que marca la norma de la estética global futurista. El personaje de Mayor es fascinante, excitante, tiene un gran poderío y un marcado componente sexual. Es un ser humano y es una máquina. La combinación de todos estos elementos me resultó embriagadora como cineasta».

Perfectamente consciente de que los seguidores de la apreciada saga irán a ver el largometraje con grandes expectativas, los cineastas no han escatimado esfuerzos para tratar no solo de satisfacer esas expectativas, sino de superarlas. «No todas las convenciones del manga o el anime se pueden trasladar directamente a un rodaje de acción real con actores de carne y hueso, pero hemos tratado de mantenernos fieles al espíritu, a la vez que lo trasladábamos a un nuevo universo», afirmó el productor ejecutivo Jeffrey Silver. «Cuando trabajas con un universo narrativo que cuenta con un gran número de seguidores en todo el mundo, tienes que atender a esos seguidores y darles todo lo que esperan... y algo más que exceda sus expectativas».