Pascual Durá y su tripulación en el pesquero Nuestra Madre Loreto son hombres de mar. Y como tales tienen interiorizado que «nuestra obligación es rescatar a personas que se encuentren en peligro. No podíamos quedarnos de brazos cruzados». El pesquero de Santa Pola faenaba el pasado noviembre en aguas del Mediterráneo en busca de quisquilla, como hace entre siete y nueve meses al año, cuando se encontró con la situación desesperada de doce personas ya en el agua. Se habían lanzado huyendo de una patrullera libia y las rescataron. El problema llegó después, cuando ningún gobierno daba permiso para desembarcar a los inmigrantes y el Madre Loreto tuvo que permanecer diez días en la zona sin ningún tipo de ayuda ni de respuesta. Sólo el barco de la ONG Open Arms le auxilió y pudo evacuar al inmigrante que se encontraba en peor estado de salud.

El patrón, que ha visto cómo su padre ha librado de una muerte segura a cerca de un centenar de inmigrantes en circunstancias parecidas, tenía claro que no los iba a abandonar a su suerte. Tras amenazar con volver a España con ellos, el Gobierno realizó las gestiones oportunas para que se dirigieran al puerto de Malta. Atrás quedaban diez días de convivencia en el pesquero con el doble de personas previstas. «Hoy nos acordamos y nos reímos pero entonces llorábamos», dice ahora Durá.

Tras esta odisea los pescadores no se consideran héroes, «ni mucho menos». «Héroes son los policías o los bomberos que se meten en un edificio en llamas para salvar la vida de alguien», asegura desde aguas italianas Pascual Durá. «Nosotros sólo somos trabajadores, gente normal y corriente que vio vidas humanas en peligro», afirma. Cree que «hicieron lo que había que hacer» y no duda en repetirlo si se vuelven a ver en la misma situación. Circunstancia probable en la zona en la que pescan. «Claro que lo pensamos, toda la tripulación sabe que puede volver a ocurrir y si ocurre pues estaremos ahí», indica. «Sólo espero que si nos pasa otra vez no sea en plenas elecciones porque si es así lo mismo en lugar de diez días nos dejan un mes tirados», bromea. «En realidad nunca entendí lo que pasó, no consigo comprender que nos dejaran diez días así», lamenta el patrón del Madre Loreto.

Durá ha intentado durante meses seguir la pista a las doce personas a las que rescataron y «ya hemos conseguido dar con alguno. Están en Madrid y a lo mejor cuando vuelva a tierra voy a verlos, me imagino el reencuentro dándonos un abrazo», planea.

Una lección de humanidad a toda la sociedad

Óscar Camps, fundador de la ong Open Arms

El pasado noviembre, los tripulantes y pescadores de Nuestra Madre Loreto dieron una lección de humanidad a toda la sociedad, pero a la vez vivieron en sus carnes el abandono por parte de las autoridades de países de la Unión Europea.

El invierno estaba llegando, hacía frío y había temporal. Nuestra Madre Loreto se encontraba trabajando en aguas internacionales, lejos de la costa libia. De repente vieron como unas luces se acercaban, era una «rubber boat» perseguida por una patrullera libia. La «rubber boat» huía de ellos, hasta el punto de que cuando llegó al pesquero empezó a darle vueltas para que no se fueran. Al cabo de no mucho, los libios apretaron y algunas personas que se encontraban en la balsa se lanzaron al agua. Los libios se llevaron a los que quedaron encima de la barcaza, y abandonaron a su suerte a los que estaban en el agua. Nuestra Madre Loreto rescató a estas personas, en total 12, con lo que tenían, cabos y aros salvavidas. Y aquí empezó otro periplo.

Nosotros llegamos a su posición al cabo de unos días. Nos pusimos a su disposición en todo lo que pudieran necesitar, y nuestro equipo médico supervisó la situación de las 12 personas rescatadas e incluso pedimos autorización para transferir a todas ellas al Open Arms, un barco medicalizado y preparado para atender a estas personas en el que seguro hubieran estado más cómodas. La autorización nunca llegó.

Desde Nuestra Madre Loreto tenían claro que no devolverían a los náufragos a Libia, habían visto con sus propios ojos que los libios los dejaban en el agua. También habían escuchado las barbaridades de las torturas que sufren los migrantes en este país. Pero lo peor de todo, vieron también la inacción y el abandono que sufrieron por parte del Gobierno español, que lo único que les decía era que se fueran a Libia y no les daba otras opciones. Siguiendo la ley del mar, se vieron completamente desamparados, y ni siquiera nosotros pudimos hacernos cargo de los migrantes. En una decisión muy valiente, al cabo de dos temporales y demasiados días, el capitán decidió poner rumbo a España y fue en este momento cuando se autorizó el desembarque de estas personas a Malta.

Nuestra Madre Loreto nos enseñó cómo gente normal y corriente puede verse abandonada a su suerte y perder dinero y trabajo por defender los derechos humanos. También se dieron cuenta de cómo las administraciones escurren el bulto cuando hay una situación que no conviene a sus propios intereses y como no les tiembla el pulso al dejar a ciudadanos españoles abandonados en medio del mar solo por haberse decidido a seguir la ley y no abandonar a vidas humanas a la deriva. La buena gente de Nuestra Madre Loreto no daba crédito al trato recibido, pero también demostraron una enorme valentía al defender el derecho a la vida y no devolver a las personas rescatadas a Libia. El capitán y los tripulantes del pesquero español merecen todos nuestros respetos y saben que estaremos de su lado siempre que nos necesiten.

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