El colegio San Roque se estaba quedando sin alumnos y, para evitar el cierre, buscó la escolarización de quienes comenzaban a vivir en el barrio: los inmigrantes.

Elaboraron un plan de acogida e integración y evitaron problemas que se daban en otros centros. Pasaron de 78 a 195 alumnos en cuatro años y disfrutaban de 15 nacionalidades en sus pupitres.