La selección española está a un solo paso de redondear esta noche en Kiev su propia leyenda, iniciada hace cuatro años con la conquista de su segunda Eurocopa en Viena. La mejor generación de futbolistas españoles comenzaba a reescribir su propia historia, hasta ese momento jalonada con la repetición de episodios melancólicos con la ausencia de un patrón futbolístico definido, continuada con la conquista del Mundial de Sudáfrica. Vicente Del Bosque mimó la delicada pieza creada con paciencia de orfebre por Luis Aragonés. El talentoso juego asociativo es el mismo, y se ha fortalecido en madurez competitiva.

Todo el planeta sabe a qué juega España, como durante décadas ha sabido a qué jugaba Alemania, Inglaterra, Argentina o Brasil...

También Italia, el otro finalista, se ha distinguido por defender una personalidad futbolística singular, muchas veces denostada estéticamente pero con una eficiencia implacable, construida desde la fortaleza defensiva del "catenaccio". Pero ésta Italia, sin traicionar su legado genético, es otra selección. Con Cesare Prandelli arrebata la pelota a sus contrincantes, como le pasó a la multicultural Alemania en semifinales.

El técnico que elevó el juego de la Fiorentina ha confiado su misión al exquisito Andrea Pirlo, decidido a firmar a sus 33 años una Eurocopa a la altura de su sapiencia en la dirección del juego. La labor de Pirlo se facilita con la presencia en la medular de jugadores con toque y llegada como Marchisio y Montolivo. En ataque, Prandelli ha doblado el atrevimiento juntando a dos futbolistas como Antonio Cassano y Mario Balotelli, con tanta clase como justa disciplina, en una Nazionale que en su día no unió en un mismo "once" a Sandrino Mazzola con Gianni Rivera y a Alessandro Del Piero con Francesco Totti.

Del Bosque y España saben cómo se las gasta Italia. Encuadradas en el mismo grupo, aquel primer enfrentamiento es un aviso que debe servir a "la Roja" para aprender la lección. Italia retocó la pizarra y con una defensa de tres centrales y dos laterales ofensivos ganó la partida táctica. Al contragolpe amargó a la defensa española. El gol de Di Natale, delantero de perfil bajo y 34 años, que ha marcado 159 goles en siete años en el Udinese, no pasó a mayores al ser rápidamente contrarrestado por Cesc. España nunca se sintió cómoda en el campo, no tuvo la posesión acostumbrada y apenas finalizó jugadas.

El encuentro inaugural, eso sí, mostró una faceta casi desconocida en la selección, que también ha aprendido a sufrir. El carácter ganador evolucionado en estos cuatro años le ha permitido superarse en situaciones críticas. Ya remontó a contracorriente en el Mundial, cuando cada partido fue una final tras la pifia contra Suiza en el primer encuentro. Ese agonismo lo ha exhibido más tarde contra Croacia y Portugal, saldados con apuradas y victorias y soportando largas fases de dominio rival.