Separar la evolución de la economía española de la situación que viven las empresas familiares resulta literalmente imposible. Este tipo de negocios -que se definen por que la propiedad de la compañía continúa en manos del fundador o de sus parientes y por la existencia de un deseo claro de transmitirlo a las generaciones venideras-, aportan nada menos que el 70% del PIB nacional, hasta tres cuartas partes de todo el empleo privado que se genera en el país y casi un 60% de todas las exportaciones.

Así, no resulta nada extraño que el congreso que anualmente organiza el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) -y que en esta ocasión se celebra a partir de esta noche entre Elche y Alicante- se convierta en cada una de sus ediciones en el mejor termómetro para conocer la salud y anticipar la evolución futura de la economía española. En el caso del evento de este año, su lema, El papel del empresario familiar en la recuperación económica, ya da una idea de que la organización da por superada la peor parte de la crisis y centra ahora sus esfuerzos en afianzar el crecimiento, una actitud que ya se reflejaba en el último barómetro elaborado por el IEF y la consultora KPMG el pasado mes de junio.

Como destaca el director del estudio, Juan José Cano, el cambio de tendencia se observa sobre todo en el vuelco que han experimentado las principales preocupaciones que expresan los empresarios. Si hasta el año pasado lo más citado en esta encuesta era la caída de la facturación -hasta un 58% lo consideraba su mayor problema-, en la actualidad el foco se centra en conseguir rentabilizar la mejora que han experimentado las ventas. Así lo señalan hasta el 48% de los consultados.

«A pesar de los últimos acontecimientos -el freno de la eurozona en el tercer trimestre o los efectos del veto ruso- no creo que las perspectivas hayan cambiado mucho, porque la mejora de la confianza se basa en hechos, en lo que han vivido en los primeros meses del año», explica el también responsable de Empresa Familiar en España de KPMG. Hechos como que el 50% de las compañías consultadas mejoraron sus ventas durante el primer semestre de 2014, que hasta un 36% de ellas incrementaron su plantilla frente a sólo un 15% que tuvo que reducirla; o que hasta un 71% logró aumentar su actividad en el extranjero.

En opinión de Cano, la estructura de capital de estos negocios y el hecho de que los propietarios estén dispuestos a poner su patrimonio a disposición de la compañía en caso de dificultad, «les ha permitido sobrellevar mejor la crisis» y ahora también los sitúa en las posiciones de salida para aprovechar mejor el viento de la recuperación. Así, dos de cada tres firmas que participaron en el estudio calificaron como «positivas» sus perspectivas para los próximos meses.

«El hecho de que los responsables de las empresas familiares quieran conservarlas para que pasen a la siguiente generación provoca que pongan el foco en el largo plazo y que asuman menos riesgos a la hora de invertir», explica, por su parte, el director de la Cátedra Santander de Empresa Familiar de la Universidad de Cádiz, Daniel Lorenzo, uno de los mayores especialistas en la materia. Ésa es, a su juicio, la principal ventaja de este tipo de negocios, la que ha permitido que el hundimiento del ladrillo y de la economía especulativa les haya golpeado en menor medida, ya que durante los años de expansión se lanzaron a menos «aventuras».

Clientes fieles

El otro gran punto a favor de las compañías familiares, según Lorenzo, es «su vinculación al territorio», que les permite contar con una base de clientes muy fiel y disfrutar, además, de un notable beneficio reputacional. Esa forma de planificar a largo plazo, además, también parece que resulta más provechosa, a juzgar por el estudio realizado por las profesoras del IE Business School Cristina Cruz y Laura Núñez para la Banca March. En él Cruz y Núñez compararon la evolución de todas las empresas familiares cotizadas de Europa con la del resto de compañías entre los años 2001 y 2010, y su conclusión es que las primeras consiguieron una rentabilidad media anual 300 puntos básicos superior al resto. El diferencial era más amplio cuanto menor era el tamaño de la compañía familiar.

Además, también concluyeron que el riesgo de insolvencia de los negocios familiares era menor -tenían menos probabilidad de quebrar-, que sus resultados eran menos volátiles y que su cotización era más estable. Las investigadoras tan sólo encontraron un punto débil: la menor liquidez de sus títulos.

Más crédito

Otro indicador de que la mayoría de las empresas familiares ha conseguido capear ya lo peor de la crisis es que se han reducido las dificultades que tenían para financiarse. En el último barómetro del IEF y KPMG solo un 30% aseguraba haber experimentado algún problema a la hora de obtener crédito, la mitad que el año pasado. Para Juan José Cano esto demuestra la mayor disposición de la banca a prestar dinero pero, también, «que las empresas han saneado sus balances y están ahora en mejor forma, que merecen la confianza de los bancos».

Igualmente, también resulta significativo que hasta el 74% de las firmas que participaron en la encuesta tenían en mente realizar alguna inversión. Es decir, que estaban analizando alguna posible adquisición. De ellos, más de la mitad piensan en el extranjero, preferentemente en Europa.

En el otro lado de la balanza, la mayor desventaja con la que cuentan este tipo de firmas sigue siendo la posible interferencia en el funcionamiento de la empresa de los problemas que surjan entre los miembros de la familia, y el relevo generacional al frente de la compañía, un paso en el que muchas acaban desapareciendo por las desavenencias entre los herederos.

De hecho, se calcula que menos del 10% de las compañías alcanzan la tercera generación aunque lo cierto es que no existen cifras exactas por lo que desde la Red de Cátedras del Instituto de la Empresa Familiar se está promoviendo un estudio para conocer la realidad del problema.

No obstante, la mayoría de los empresarios son conscientes de la situación y cada vez es más frecuente la creación de los denominados consejos de familia para separar la gestión del negocia de las disputas entre los propietarios. Y también va en aumento la redacción de protocolos de sucesión, en los que se establece y se deja fijado el papel que cada uno de los herederos tendrá en la empresa o si simplemente heredará una parte del accionariado pero sin desempeñar ninguna tarea.

Profesionales externos

Otra de las prácticas que está permitiendo prolongar la vida de este tipo de negocios es la incorporación de directivos externos, que contribuyen a la profesionalización de la empresas. El 75% de las grandes compañías familiares ya cuenta con ellos y hasta el 88% de los consultados considera «positiva» o «muy positiva» su presencia. Con todo, aquellas compañías que logran resolver todas estas cuestiones suelen tener larga vida, como atestigua el hecho de que la empresa más antigua de España, Codorníu, fundada en 1551, siga teniendo carácter familiar.