El Día Mundial de la Eficiencia Energética se celebra cada año el 5 de marzo. Es una fecha propicia para reflexionar sobre el uso racional que le damos a la energía y actuar en consecuencia, ya que es un reto que nos afecta a todos, ciudadanos y sociedad.

La eficiencia energética se plantea como una de las políticas de freno para el cambio climático y la consecución de sociedades sostenibles, junto con el desarrollo de energías renovables y una política de transporte menos agresiva con el medio. Ello no implica renunciar a la calidad de vida, sino la obtención de los mismos bienes y servicios energéticos empleando para ello menos recursos. Esto se consigue con la mejora de los procesos, la cogeneración, el reciclaje, el uso de productos menos contaminantes y un consumo inteligente, es decir, utilizar solo aquella energía que realmente se necesite.

Cada vez son más los países que están generando medidas para optimizar la demanda energética. A pesar de las permanentes acciones llevadas a cabo tanto por las autoridades como en el sector provado, como acuerdos voluntarios y campañas de educación para promover el buen uso de la energía, la imposición de regulaciones son cada vez más utilizadas. Los objetivos del Protocolo de Kyoto para los países de la OCDE, además, han aumentado la importancia dada a las políticas de Eficiencia Energética.

Por ello, aproximadamente el 70% de los países del mundo han creado programas de Eficiencia Energética, que por lo general buscan objetivos como: asegurar el abastecimiento de energía en condiciones de eficiencia productiva; mantener el equilibrio con los recursos naturales disponibles y provocar el menor impacto ambiental posible; promover el uso de fuentes energéticas alternativas y renovables; desarrollar marcos regulatorios que propicien medidas de Eficiencia Energética; estimular el mercado mediante incentivos económicos; facilitar mecanismos financieros apropiados; o fomentar la investigación en materia energética.

¿Cómo va España en temas de eficiencia energética?

Entre los elementos positivos de España destacan el código de construcción para edificios residenciales y comerciales y el etiquetado de eficiencia energética para viviendas, ambos de carácter obligatorio.

Los responsables del estudio recuerdan que nuestro país tiene que cumplir los objetivos de ahorro de energía del 20% para el año 2020 marcados por la Unión Europea en su Directiva 2012/27 / UE. El informe señala que el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la agencia nacional encargada de la promoción de la eficiencia, está llevando a cabo este objetivo nacional mediante la mejora en un 2% anual desde 2010.

El documento recoge también que el sector industrial en España tiene un amplio margen de mejora, al igual que el sector del transporte, en especial en el de mercancías. Además, recomienda a las instituciones la aplicación de políticas para estimular un mayor uso del transporte público, al igual que han hecho países europeos de su entorno como Italia y Alemania.

La eficiencia energética permite a los consumidores gastar menos energía y así contaminar menos y ahorrar dinero. Este sector, que en España podría dar trabajo a 750.000 personas en 2020, es capaz de lograr ahorros energéticos superiores al 15%-20% con inversiones muy pequeñas gracias a las ayudas económicas que las diferentes instituciones nacionales, regionales y locales de energía ofrecen.

Consejos para consumir la energía necesaria y no derrochar

La eficiencia energética se puede aumentar en los hogares de diversas maneras: mejorar el aislamiento del edificio, iluminar la vivienda con bombillas de bajo consumo o lámparas led o utilizar electrodomésticos con buena calificación energética y calderas eficientes y sistemas de control energético (domótica, termostatos, etcétera).

Asimismo, hay medidas que no implican ninguna inversión y que pueden suponer importantes ahorros energéticos. Para ello es necesario un cambio de hábitos, como disminuir un grado la calefacción, usar la lavadora y el lavavajillas cuando estén llenos, subir un grado la temperatura de la nevera, cerrar el grifo al lavarse los dientes, apagar los aparatos eléctricos sin utilizar o en stand-by, apagar la pantalla del ordenador, etcétera.

-Desenchufar el cargador, sigue consumiendo sin el móvil

-Escoger electrodomésticos eficientes, letra A

-Usar el «stand by», si se deja de usar el aparato un corto tiempo

-Colocar una regleta y apagarla cuando no se usen los electrodomésticos u aparatos eléctricos

-Revisar el sistema de calefacción y la entrada de frío por ventanas y puertas. Igual no es lo suficientemente eficiente para la casa, nunca a más de 22 grados, poco rentable

-Vigilar el aire acondicionado los meses de calor. Inspeccionar las entradas de calor a la casa, dejar las ventanas abiertas cuando la temperatura exterior baje, refresca y el calor acumulado se esfuma. La temperatura del hogar, entre los 25 grados y los 27 grados es un ambiente confortable

-Apagar la luz y adquirir bombillas de bajo consumo. También se pueden colocar sensores de movimiento para no malgastar la luz

-Gestione bien el tiempo que use los aparatos. La vitro cerámica, apagar antes y sigue cocinando; el frigorífico no dejarlo abierto mientras se realiza otra tarea, ponerlo al máximo no suele hacer falta (más bien al mínimo); la lavadora siempre llena y en lavados cortos y fríos; no tenger todo el día y toda la noche encendido el Wi-fi; el horno guarda mucho el calor, apágalo un poco antes de tiempo; apaga la campana extractora cuando no exista humo (abre ventanas); la aspiradora funciona igual sin poner al máximo

Inversión mundial en eficiencia

La inversión mundial en eficiencia energética aumentó un 9% en todo el mundo y se incrementó un 6% la inversión en redes de electricidad mientras que la inversión en petróleo y gas cayó en torno a un cuarto y en poder de generación cayó un 5%, según el «World Investment 2017», el Informe Mundial de Inversión en Energía, publicado por la Agencia Internacional de la Energía (IEA). Por contra, la inversión en petróleo y gas cayó en torno a un cuarto y el poder de generación cayó un 5 %.

En 2017 la inversión total en energía a nivel mundial alcanzó la cifra de 830.000 millones de euros, un 12 % menos que el año anterior en términos reales. La cifra supone un 2,2 % del PIB mundial.

Al mismo tiempo, el sector eléctrico aventajó a la demanda de combustibles fósiles para convertirse en el mayor receptor de la inversión en el sector de la energía en 2017 por primera vez en la historia. En la actualidad, el petróleo y el gas representan dos quintos de la inversión mundial frente al 28 % del gasto de capital en esos sectores entre los años 2014 y 2016. Como resultado, los componentes bajos en carbono, incluidas las redes de electricidad crecieron en doce puntos porcentuales, hasta el 43 % en el mismo periodo.

De acuerdo con el informe, la República Popular de China sigue siendo el país que mayor parte del pastel se lleva en la inversión en energía, con el 21 % del total mundial. Entre las causas, el estudio observa que el cierre del 25 % de las plantas de carbón, la inversión en energía en China está incrementándose y se dirige a la electricidad baja en carbono y las redes, así como en la eficiencia energética.

Del conjunto global de inversiones en energía a nivel mundial, más del 90 % fueron financiadas por inversores y sugiere la importancia de beneficios en las empresas sostenibles, que se basan en los mercados energéticos y en las políticas.

Por otro lado, el informe subraya que las políticas gubernamentales y los nuevos modelos de negocio están teniendo un profundo impacto en la forma de invertir y en la demanda eléctrica. En cuanto a la innovación en energía, la digitalización y el empleo, a nivel mundial se han destinado 54.500 millones en investigación y desarrollo en 2015. El estudio precisa que Europa y Estados Undios son los mayores gastadores en tecnología de la energía, con más de un 25 % del total cada uno, mientras que China es el primer inversor en investigación y desarrollo de energía de acuerdo con su PIB después de adelantar a Japón en 2014. Finalmente, revela que por tercer año consecutivo las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se estancaron en 2016.

Concluye que la inversión en una nueva generación energética baja en carbono necesita aumentar para ir en paralelo con el crecimiento de la demanda eléctrica, y hay un considerable recorrido para más innovación en energías limpias por parte de los gobiernos y, en particular, por el sector privado.