La muerte es un hecho inevitable que todos sabemos que en algún momento va a llegar, pero que, por lo general, cada vez tarda más en producirse, gracias a los avances en la medicina y en la progresiva mejora de las condiciones higiénico-sanitarias la población. En estos momentos, la esperanza de vida en la provincia de Alicante ronda los 84 años en el caso de los hombres, y pasa de 87 para las mujeres. El contexto de crisis económica de los últimos años y su repercusión sobre el nivel de vida de muchas personas ha provocado algún altibajo en la evolución de estos índices, pero en general la tendencia previa se mantiene muy firme: cada vez vivimos más, y especialmente las mujeres, aunque de la misma forma que se cumple el dicho de que la muerte es igual para todos, el número de decesos también tiende poco a poco a ser cada vez más igualitario entre sexos.

Según los últimos datos definitivos del Instituto Nacional de Estadística, en 2014 fallecieron en la provincia de Alicante 14.877 personas, 7.754 hombres y 7.123 mujeres. Con ello, la tasa de mortalidad se situó en 8,05 fallecimientos por cada 1.000 habitantes, dos décimas por encima del índice registrado el año anterior. La provincia de Alicante se situó algo por debajo de la tasa media nacional de mortalidad, que fue de 8,48. Esto pone de manifiesto que Alicante no es, en líneas generales, un territorio envejecido, aunque el número de muertes vaya en aumento -como consecuencia derivada de la longevidad, porque llega un momento en que de todas formas la persona fallece- y de que la natalidad, tras el repunte experimentado durante la década pasada impulsada por la inmigración, ahora vuelva a caer. El índice de mortalidad en Alicante no tiene nada que ver con las provincias de Lugo y Zamora, donde el año pasado se rebasaron los 14 fallecimientos por cada 1.000 habitantes. En el extremo contrario, en las ciudades de Ceuta y Melilla y la provincia de Almería la tasa fue inferior a 7.

Tradicionalmente, la mortalidad ha sido mayor entre los hombres que entre las mujeres, que además han vivido más. Los motivos expuestos para ello por expertos en demografía y salud han sido, por una parte, las características fisiológicas de la mujer, y por otra, unos hábitos de vida tradicionalmente más saludables que entre la población masculina, en tanto que según las pautas sociales de antaño -con claros tintes misóginos- solía tenerse una imagen extremadamente peyorativa de las mujeres que fumaran o tomaran alcohol con una cierta regularidad. Los cambios sociales de las últimas épocas han tendido a que, por fortuna, cada vez haya una mayor igualdad entre hombres y mujeres y, en consecuencia, la mujer acceda de manera más habitual a determinados ámbitos. Eso sí, de alguna forma los malos hábitos también se han extendido de forma más fácil entre las mujeres; aumenta entre ellas la incidencia de dolencias como el cáncer de pulmón o las enfermedades hipertensivas, que en parte están relacionadas con hábitos de vida poco saludables como los excesos con la alimentación o el tabaco.

Dos personas de edad algo avanzada tomando un baño en la playa de Benidorm. Foto: David Revenga

Así las cosas, la tendencia es a que poco a poco la mortalidad vaya igualándose entre hombres y mujeres. De momento, no obstante, aún sigue habiendo bastantes más fallecimientos masculinos que femeninos, por lo que esa presumible igualdad entre sexos en la mortalidad se daría más a medio-largo plazo. Los índices, además, varían de forma notable entre unos territorios y otros. En la provincia de Alicante, la proporción es en estos momentos (datos del año 2014) de casi 109 muertes de hombres por cada 100 decesos de mujeres. Con todo, cabe recordar el componente biológico en la longevidad de cada sexo, y que contribuye también a que la esperanza de vida femenina sea bastante mayor que la masculina.

Según los últimos datos oficiales, cuando un alicantino cumple 65 años aún tiene la esperanza de vivir otros casi 19, mientras que para las mujeres se calculan 22 años y medio más. Es decir, 84 años frente a más de 87. De esta forma, no extraña que las estadísticas corroboren que las personas más longevas son en muy mayor medida mujeres. Basta con mirar los datos del Padrón de Habitantes a 1 de enero de 2015: en la provincia residen 14.561 hombres con 85 años y más, frente a 27.652 mujeres en esa misma franja de edad. Si nos vamos al dato extremo, el de las personas centenarias, vemos que la proporción femenina es infinitamente mayor: 102 personas frente a 285. Así, resulta evidente que, en general, la muerte llega más tarde a las mujeres que a los hombres. Eso sí, el deceso sigue siendo, y será, un hecho inevitable.