Hace exactamente hoy 54 años, en la madrugada del 5 de agosto de 1962, el ama de llaves de Marilyn Monroe encontró el cuerpo sin vida de la actriz tendida sobre su cama, con el teléfono asido fuertemente, como si hubiera querido realizar en vano alguna llamada, y un bote de somníferos sobre la mesilla de noche. Un probable suicidio, una posible solución final para un túnel del que no sabía encontrar la salida. Tenía 36 años y era desde hacía una década una de las grandes figuras de Hollywood, sobre todo como icono de la sensualidad y el erotismo. Unas referencias que, en cierta medida, eclipsaban su talento interpretativo y unas cualidades humanas que con el tiempo se han sabido muy profundas.

El 5 de agosto de 1962 moría la persona de Norma Jeane Baker, convertida en la estrella del séptimo arte Marilyn Monroe, pero comenzaba el mito, con el culto a su figura como actriz y la curiosidad por los avatares de una existencia bastante más intensa y difícil de lo que podían dar a entender sus papeles en el cine, donde con frecuencia interpretó a mujeres tan atractivas como ingenuas. Norma Jeane Baker había nacido el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles. Su madre había sido abandonada por su padre poco antes de nacer ella, y tras el ingreso de su progenitora en un psiquiátrico cuando la pequeña Norma apenas contaba con siete años, pasó por diversos orfanatos y familias de acogida, en algunas de las cuales llegó a sufrir abusos sexuales que dejarían para siempre una lógica huella traumática.

En 1942, con sólo 16 años, se casó con el joven policía James Dougherty, quien al año siguiente se marchó a Europa a combatir en la Segunda Guerra Mundial. Esa circunstancia hizo que Norma comenzara a trabajar en una empresa armamentística y que, en 1944, una casualidad diera pie al embrión de su carrera artística, al posar desde su puesto de trabajo para una foto para la revista especializada Yank, the Army Weekly. Aquella imagen hizo picar en la joven Norma el gusanillo por la imagen y la interpretación, y propició que se presentara a varios castings. Aquello también supuso el final de su primer matrimonio, dado que su marido quería como esposa a una perfecta ama de casa sin más.

A partir de 1946 realizó algunos trabajos como modelo, y ya desde 1947 se metió de manera definitiva en el cine, primero participando en escenas de figuración o pequeños papeles de reparto. Uno de éstos, en Amor en conserva de los Hermanos Marx (1949), fue la puerta de otras dos intervenciones más significativas como secundaria, ambas en 1950: La jungla de asfalto y Eva al desnudo, con Sterling Hayden y Bette Davis como protagonistas, respectivamente. Por aquel entonces, el verdadero nombre de Norma Jeane Baker ya había dado paso al de Marilyn Monroe, aunque la actriz aún trataba de hacerse paso en el complicado mundo del cine.

El espaldarazo definitivo, sin embargo, finalmente llegó. En 1953 tuvo su primer papel protagonista en la película Niágara, dirigida por Henry Hathaway. Aquel mismo año rodó Los caballeros las prefieren rubias y Cómo casarse con un millonario. Estas tres películas consagraron a Marilyn Monroe rápidamente como una estrella cinematográfica, pero también como un icono erótico, esto último acrecentado tras aparecer desnuda en el primer número de la revista Playboy, a finales de aquel mismo 1953.

En los años siguientes se afianzó como actriz de comedia en películas como La tentación vive arriba (1955), El príncipe y la corista (1957) y Con faldas y a lo loco (1959). En la mayoría de estos filmes Marilyn realizaba papeles de mujeres ingenuas y algo pícaras, en consonancia con un físico atrayente y exuberante. Parecía que se quisiera transmitir la imagen de una persona frágil e insustancial, algo que no era del todo cierto, puesto que se ha escrito de manera reiterada a lo largo del último medio siglo cómo Norma Jeane Baker tenía unas inquietudes intelectuales notables; eso sí, emocionalmente sí fue siempre una persona muy inestable, algo que se dejó sentir sobre su carrera artística y, al final, sobre su propia vida.

En 1954 contrajo matrimonio con el jugador de béisbol Joe di Maggio, de quien se divorció tan sólo unos meses después. Dos años más tarde se casó por tercera vez, en esta ocasión con el dramaturgo Arthur Miller. El matrimonio duró casi cinco años, hasta principios de 1961, pero desde muy pronto ya estuvo minado por las notables diferencias entre la pareja. El fracaso de sus tres matrimonios hizo mella en la soledad de Norma Jeane Baker, paliada, sin embargo, por el descubrimiento de la existencia de una hermana por parte de madre, Berenice Baker, y el posterior encuentro entre ellas. Ambas mantuvieron una estrecha relación fraternal hasta la muerte de Norma y, de hecho, Berenice fue una de las personas que encabezó el cortejo fúnebre de la actriz.

También acudió Joe di Maggio acudió al funeral de Marilyn. La actriz había retomado contacto con el jugador de béisbol -aunque ya no más que en un plano enteramente amistoso- a principios de 1961, después de tener que ser ingresada para tratarse de su adicción a los barbitúricos, un problema que había aparecido ya a finales de la década anterior y que cada vez se hacía más notable. No obstante, no todo fue malo aquel año, puesto que formó parte del trío protagonista de la película Vidas rebeldes, junto con Montgomery Clift y Clark Gable. Por su papel en esta película, dirigida por John Huston a partir de un texto de Arthur Miller, la actriz recibió un Globo de Oro al año siguiente, el último reconocimiento de su carrera.

Los problemas de Marilyn Monroe con los barbitúricos se fueron haciendo cada vez más acuciantes, ocasionándole problemas como incapacidad para asistir a los rodajes, crisis de ansiedad o alteraciones en la personalidad. Esto acabó provocando que fuera despedida del elenco de la película Something's got to give, la cual quedó definitivamente sin concluir tras el fallecimiento de actriz. En la primavera de 1962 también protagonizó un episodio tan conocido como controvertido: cantar Happy Birthday al entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.

En la madrugada del 5 de agosto de 1962, el cuerpo de Marilyn Monroe era hallado su vida y, partir de entonces, el duelo por la pérdida de una rutilante estrella del cine del momento se transformaba en mito. Al igual que ha ocurrido con otros muchos personajes fallecidos en su juventud, la popularidad de la actriz es ya mucho mayor de lo que fue en su propia vida. A lo largo de estos 54 años ha sido inspiración para muchas obras de arte -quizá nadie lo supo hacer con tanta efectividad como Andy Warhol- y todo lo relacionado con ella se ha convertido en ansiadas piezas de coleccionismo. Baste recordar la subasta que se hizo el pasado mes de junio en Viena de una colección de imágenes pertenecientes a la sesión fotográfica conocida como The Last Sitting, realizada por Bert Stern en junio de 1962, apenas unas semanas antes de la muerte de la actriz.

Marilyn Monroe hubiera cumplido 90 años el pasado mes de junio. Si hubiera tenido la fortuna de ser una persona longeva y aún viviera, es probable que fuera una venerada musa de los años dorados de Hollywood, al igual que lo han sido sus coetáneas y lo son las que todavía viven. Pero no. La existencia dura y quizá incomprendida por muchos de Norma Jeane Baker fue también bastante breve. No obstante, como en tantos otros casos, muerto el personaje, nació el mito.