Especializarse o morir. El escenario es la televisión a la carta, nuevas plataformas digitales, el teléfono móvil, soportes cada vez más avanzados, conexiones más rápidas, canales que crecen de forma exponencial, concentración publicitaria, fusiones y un avance tecnológico imparable que permite más inmediatez, menos costes y una aldea global de la comunicación. Y ahí, en esa selva de competencia, los nuevos formatos televisivos, aquellos que se tornan en más rentables, socialmente más definidos y personalmente más reconocibles serán aquellos que apuesten por la cercanía, los contenidos de proximidad y los que logren diferenciarse y dirigirse a públicos concretos que demandan servicios y productos televisivos más personalizados. Informativos en los que se sientan representados, entretenimiento con el que se consideren identificados y una oferta que sientan más adecuada a sus intereses y expectativas vitales.

Si la radio descubre los podcast como complemento profesional y empresarial, incluso con su alternativa a la comunicación interna convencional o los boletines de empresa, la televisión redescubre el ámbito local como el plató más adecuado para las nuevas formas de contar, mostrar y visualizar contenidos.

Los grandes formatos generan repercusiones sociales que suelen acabar en la práctica cuando termina su emisión. Los formatos de proximidad, los que se diseñan para atender tendencias, preocupaciones o entretenimientos muy concretos no solo fidelizan audiencias sino que también animan a publicistas y programadores a buscar unos nichos de espectadores puede que no tan aparentes en cifras pero sí mucho más interesados y motivados.

Los retos quizá pasen por mejorar la interconexión con otros soportes dirigidos a un público joven acostumbrado ya a manejarse con varias pantallas de forma simultánea, despertar la atención de los adultos cada vez más profesionalizados y digitales y consolidar a la audiencia más veterana con un entretenimiento que les pueda aportar nuevas opciones de ocio y conocimiento. Ya veremos.