Nada más y nada menos que diez templos jubilares han sido instituidos en la Diócesis de Orihuela-Alicante, dos por cada una de las cinco vicarías que comprenden el territorio diocesano, en el marco del Año Santo Jubilar Vicentino.

Un Jubileo que se está celebrando en Tortosa y en las tres diócesis de la Comunidad Valenciana con motivo del sexto centenario de la muerte de San Vicente Ferrer. Un santo valenciano muy querido que pasó a la historia sobre todo por su pasión evangelizadora que le llevó a recorrer gran parte del mundo durante más de 30 años.

Itinerario para visitar los templos jubilares de Alicante

La ruta de San Vicente Ferrer, si se inicia por el sur de la Diócesis, comenzaría en una de las ciudades más monumentales de estas tierras: Orihuela. Allí son templos jubilares la Catedral, Bien de Interés Cultural, y la parroquia de San Vicente Ferrer, que se encuentra celebrando además su 50 aniversario.

De Orihuela subimos hasta Elche donde se podrá ganar el Jubileo en los dos templos dedicados a este Santo en la ciudad: San Vicente Ferrer y San Vicente Ferrer de la pedanía de Perleta.

En Alicante es jubilar la Concatedral de San Nicolás, la iglesia más importante y visitada en la capital. Como no podía ser de otra manera se puede ganar el Jubileo en la iglesia de San Vicente del Raspeig con advocación a este santo.

Siguiendo la costa el siguiente destino sería Benidorm, la iglesia de San Jaime. Y ya camino al interior la ruta de San Vicente Ferrer nos llevará hasta localidades de montaña como Abdet o Xixona. Esta última tiene el aliciente además de que de allí es natural Costanza Miquel, su madre. Y este itinerario culmina en Novelda, donde es templo jubilar San Pedro Apóstol.

Fin del Jubileo

Este Jubileo se clausurará el 29 de abril de 2019 tras unos intensos meses que se plantean como una oportunidad única para conocer más a uno de los santos más vivos. Y es que en la memoria y piedad popular, San Vicente Ferrer es el santo que ha dejado una huella más profunda en la historia y en la vida valenciana.

Son muchos los pueblos que conservan el fuerte recuerdo de su paso, de su predicación, de sus milagros; y no pocas, las instituciones que llevan su nombre perpetuando así su legado.

Templos jubilares en la Diócesis de Orihuela-Alicante

¿Cómo era el Santo San Vicente Ferrer?

Pobreza extrema

▶ Solo tenía un hábito, una Biblia con el salterio, y solo en su vejez un pollino para sus viajes, cuyos jaeces eran «una tosca albarda con estribos de madera pendientes de unas sogas». Jamás quiso recibir regalos ni tampoco dinero para sus viajes o misiones.

Fiel, leal y de mirada cautivadora

▶ Cautivaba su mirada, de «admirable modestia». Llevaba de ordinario los ojos fijos en el suelo y solo los levantaba para mirar al Cielo.

▶ Muy religioso, leal, fiel.

▶ Muy fiel a los obispos, tenía indulto del Papa para que se alojara donde quisiera pero solo lo hacía en conventos dominicos. No predico? jamás sin licencia del obispo.

Su salud... y el asno

▶ Después de haber predicado a pie más de 22 años, caminando siempre, desde que tenía 36 años, cuando cumplió 58 se le hizo una llaga en la pierna, por lo que le fue necesario «valerse de un humilde jumentillo en los últimos doce años de su predicación, hasta 1419 que murió».

A la hora de dormir

▶ Hasta la última enfermedad de la cual murió, no durmió en cama. Su descanso se reducía a dormir, no más de cinco horas, sobre tablas o manojos de sarmientos, reclinando la cabeza en una piedra o sobre la Biblia.

▶ Antes de acostarse tenía una hora de oración mental, «con mucha ternura y lágrimas».

▶ A medianoche se levantaba y arrodillado rezaba Maitines y luego al estudio de la Sagrada Escritura.

Sus misas

▶ Primero celebraba la misa y luego predicaba el sermón. En total empleaba cinco o seis horas. En las misas que oficiaba, lloraba cuando tenía la Sagrada Forma en las manos. Acabada la misa, «se quitaba los ornamentos sagrados, se ponía la capa y empezaba el sermón con palabras animando a la salud de las almas y moviéndoles a la penitencia».

De su comida y ayunos

▶ No comió carne ni en la salud ni en la enfermedad.

▶ Jamás desayuno? hasta pasado mediodía y aunque le sacasen muchos platos, solo comía del primero, distribuyendo entre los pobres los demás. El vino solo lo bebía aguado y en pequeña cantidad y siempre comía con el semblante afable y alegre.

▶ Al acabar, se retiraba como una hora y continuando su silencio se daba a la contemplación y a la meditación de la Sagrada Escritura.

▶ En la observancia de los ayunos fue muy constante. Hasta su muerte, con casi 70 años, ayunaba todos los días, excepto los domingos, y cada semana tenía dos ayunos de pan y agua. Por la noche no tomaba cosa alguna de comer, sino alguna vez una lechuga para refrescarse o para recomponer el pecho y la voz. Este ayuno lo mantuvo durante cuarenta años.

Descripción física

▶ Sus biógrafos le describen como de «cuerpo mediano pero muy blanco», con una mirada muy penetrante.

▶ Tenía poco pelo, era casi calvo y con los años, quizás antes de tiempo, se le volvió todo cano.

▶ En el púlpito «tenía la voz corpulenta, sonora y clara; y conservo? este metal en su cansada ancianidad».

▶ Un testigo en el proceso de canonización recordó también haber visto a San Vicente mientras predicaba «muy a menudo con el rostro cubierto de lágrimas».

▶ En sus viajes llevaba un báculo de madera en la mano, y en la parte superior del báculo había «una Cruz que el santo miraba con frecuencia y devotamente».