No se puede hablar de Formación y no hablar también de Educación. Ambos conceptos deberían estar indisolublemente asociados, y digo deberían por que no siempre lo están.

Me explico. Se entiende la Formación como el conjunto de procesos, medios, planes de estudio y alguna cosa más, mediante los que los alumnos adquieren unos conocimientos que les permiten alcanzar determinados niveles académicos. Unos niveles que, por cierto, y a tenor de los informes que nos llegan de los Organismos que se encargan de evaluarlos, son bajos. ¿Qué está pasando?. ¿En qué se falla?. Un análisis superficial y no demasiado profundo, nos desvela que, en primer lugar, las políticas erráticas y salpicadas de cambios en materia de Formación, no son el camino correcto para alcanzar una Formación adecuada. No se pueden convertir los Planes de Estudio en el campo de cultivo de experimentos que, a la vista de los resultados, no han funcionado. Ni tampoco convertir a la Formación y todo cuanto la rodea en el epicentro de disputas de carácter político ni en arma arrojadiza que depende de colores de partido.

Se debe de buscar un modelo eficiente y sostenible y cuanto antes mejor. No hacerlo, o hacerlo como se está haciendo, nos está llevando a un fracaso escolar cada vez más palpable que no se puede soslayar con parches ni remiendos. Hay que encontrar la fórmula adecuada, una fórmula que funcione y que sitúe a nuestro país en los vagones de cabeza en algo tan importante como es la Formación. Nuestra sociedad y el mundo laboral necesitan de buenos profesionales académicamente formados y personalmente educados, y los necesita aquí, en España, y no fuera de nuestras fronteras, y esa fórmula existe. Sólo hay que detenerse y mirar, buscar, y si es preciso copiar, todo menos dejar pasar el tiempo.

Pero, como antes decía, cuando se habla de Formación también se habla de Educación. Digo bien, Educación. Formar no sólo es dotar a los alumnos de conocimientos académicos. Formar es educar en el respeto a principios y valores. Formar también es enseñar que, además de saber resolver una ecuación, hay que saber respetar a todos y a todo, incluso a los que no piensan como nosotros, y a respetar aquellas normas que, aunque no nos gusten, democráticamente nos hemos dado entre todos. Formar es fomentar el esfuerzo, y enseñar que éste tiene su recompensa. Formar, también, es enseñar lo que significa la satisfacción del deber cumplido. Formar, igualmente, es enseñar qué principios de ética se deben de respetar. A eso y muchas cosas más me refiero cuando hablo de educar. Una Educación que debe de nacer desde la misma cuna, en nuestros hogares y que nace con la responsabilidad de ser padres. Una educación que, finalmente, se debe complementar en los Centros de Formación. Familias y docentes deben caminar muy juntos, de la mano, en este duro trabajo que es la Formación y la Educación. Las cosas no funcionan si cada uno actúa por libre. Padres transmitiendo un mensaje y docentes transmitiendo otro.

Creo que procede una profunda reflexión colectiva, y creo que procede, porque a la vista de lo que está ocurriendo, las cosas, en este aspecto, no están funcionando como deberían. Resulta muy preocupante que en una sociedad globalizada y en un mundo en el que la tecnología da pasos cada vez más inverosímiles, se pierdan valores éticos que van quedando por el camino y que son consustanciales a nuestra condición humana. No me cabe la menor duda de que ese examen de conciencia colectivo nos ayudará a encontrar la fórmula que sepa conjugar y ensamblar Formación y Educación.