Casi tres cuartos de hora tardó ayer Mariano Rajoy en recorrer los alrededor de 250 metros que separaban el tramo de la calle Azorín donde se bajó del coche, del Club Náutico de Torrevieja donde ofreció su primer mitin de campaña. Y es que el candidato del PP a la presidencia del Gobierno buscó ayer la cercanía a la gente consciente de que un saludo o una foto pueden decantar el voto de un indeciso. Antes, en Santa Pola, ya mostró su intención de mezclarse con la gente realizando también un tramo a pie por el puerto y accediendo luego al interior de la lonja donde se estaba efectuando la subasta del pescado.

La llegada de Rajoy a la lonja se vivió, entre pescadores y mayoristas, como un acontecimiento llegando incluso a pararse durante unos minutos la subasta, con un rape a 10,85 euros fijo en la pantalla y la cinta con las cajas de pescado inmóvil, mientras el presidente en funciones se sentaba entre los comerciantes que lo recibieron puestos en pie con gritos de presidente e inmortalizando el momento con sus móviles. «¿Es que aquí todos son del PP?», preguntaba un periodista de Madrid. Y desde luego lo parecía por el entusiasmo general con que recibieron a Rajoy aunque por detrás algún que otro pescador se quejara del retraso en la subasta.

Tras atender a decenas de personas que le esperaban en la puerta de la lonja, Rajoy se trasladó a Torrevieja, acompañado por el candidato al Congreso por Alicante, el ministro García-Margallo; el presidente del PP provincial, José Císcar; la presidenta regional, Isabel Bonig; el presidente de la Diputación, César Sánchez; y el vicesecretario general de Organización del PP, Fernando Martínez Maillo.

Avisados ya militantes y simpatizantes del PP de Torrevieja del lugar donde Rajoy iba a bajarse del coche, cientos de personas esperaron su llegada para conseguir dar la mano al líder popular, saludarle y, sobre todo, hacerse una foto con él. Rajoy aguantó empujones y achuchones con una sonrisa y accedió a todas las peticiones mientras su equipo de seguridad intentaba abrirle paso. Selfies con señoras de mediana edad, besos a niños, manos, saludos, apretones, cámaras y fotógrafos, gente subida en papeleras y en bancos, llamándole a gritos, Rajoy apenas podía avanzar por la calle. Entre tanto follón, no se percató, o fingió no hacerlo, de las dos chicas que le increparon acusándole de «sinvergüenza» y «asesino» y que rápidamente fueron apartadas por miembros de la organización. Como tampoco hizo caso a una decena de miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que tras una valla protestaron por su política social. Era más fácil, desde luego, oír a las alrededor de mil doscientas personas que abarrotaron el Club Náutico -que, por cierto, mantiene colgada con orgullo una placa en la que figura Francisco Franco como presidente honorario- aplaudir y gritar al candidato a su llegada, entre ellos Gerardo Camps sentado en segunda fila y al que muchos de sus compañeros de partido evitaron tras el escándalo por sus abultadas facturas en restaurantes de lujo.

Ya en el mitin Rajoy logró en una veintena de ocasiones arrancar los aplausos de los entregados asistentes que se mostraron especialmente entusiasmados cuando el candidato aludió a la unidad de España y prometió defender la educación concertada. Al final, más abrazos y gritos, desde la tribuna mientras sonaba por megafonía la nueva versión salsera de la música del PP y algunos, como Isabel Bonig, se arrancaban tímidamente a bailar. Mariano Rajoy no llegó a tanto. Ya veremos al final de la campaña electoral.